LEO
André
Barbault
Simbolismo: Simboliza en la Naturaleza la
culminación vegetal, la plenitud del fruto, toda magnificencia o madurez bajo
el más brillante Sol del año. En analogía con este apogeo de los mediodías de
verano, es el signo de la plena afirmación de la individualidad, de la
voluntad, de la conciencia, del "Yo", de la soberaneidad egocéntrica.
Si el fuego cardinal de Aries es animal, ciego y sublime, el fuego fijo de Leo
es la expresión de una fuerza dominada, de una energía-luz disciplinada, de un
fuego individualizado, consagrado a las potencias del Yo, de la voluntad
dirigida, fuerza central reguladora e irradiante de vida, de calor, luz y
brillo.
Signo solar,
en analogía con el corazón, participa, como "rey de los. animales",
de la naturaleza del astro central y sublime, simbolizando la realeza de la
vida psíquica, la parte más noble del instinto. Pero, mientras que Leo se
encarna a menudo bajo la forma inferior del animal ciego por las fuerzas que no
puede dominar, el Sol, personificador de la vida adulta, socializada,
civilizada y sublimada en sus más altas síntesis, es susceptible de desempeñar
el papel de un superego tiránico, responsable de las peores crisis internas.
Psicología: El leonino es una fuerza de la
Naturaleza, a menudo de constitución atlética y, aún más a menudo, animado de
un temperamento bilioso. Fuerte, sano, que va al encuentro de la vida,
confiado, feliz, natural, con una abundancia vital que le presta aplomo, anchas
espaldas, seguridad, audacia, sed de conquista, de dominio y ambición. Es un Apasionado
(Emotivo-Activo-Secundario): impulso del Yo, expansión vital hasta la
hipertrofia tiránica de la voluntad, sentimiento de grandeza, porte, orgullo,
sobreestimación de sí mismo, necesidad de prestigio, carácter magnánimo,
altivo, recto; gran ambición realizadora, movilización de las fuerzas íntimas,
en la más alta tensión interior, al servicio de una pasión dominante, de un
ideal que se convierte en el alma de su vida, el centro de su existencia;
sentido de mando, de poder, de responsabilidad. Peligro de inflación del Yo, a
menudo en la identificación con su profesión, su título, su misión ... de forma
exhibicionista, máscara social que devora la individualidad, siendo el ser,
mitad glorioso mitad esclavo, actor que no existe más que para su público,
prestando un valor especial al hecho de ser mirado, apreciado, admirado ...
Dialéctica: Pueden distinguirse dos
orientaciones particulares del leonino:
a) El Hercúleo; el poder se ejerce en la
expansión horizontal y da el realista; es un ser físico, fuerte, viril,
combativo, inclinado a la grandeza material, viviendo en la preocupación empírica
de lo terrenal que le impide toda sublimación (dominante marciana,
jupiteriana).
b) El Apolíneo; el poder se afirma en la tensión
vertical y hace de él un idealista. Hombre de acción, es un héroe del honor;
artista, se encuentra disciplinado por su sol interior que hace reinar sin
compartirlo los poderes luminosos de la belleza organizada, del arte dominado:
la perfección y los esplendores cenitales. Su éxito le conduce a la grandeza
espiritual (dominante solar, saturnina, uraniana).
Destino: Coeficiente elevado de éxito en razón de su
aptitud para "reservarse la parte del león" por la afirmación del Yo
y de los intereses personales. Uno de los seres mejor situados para construirse
una fortuna y para satisfacer su gusto por la vida lujosa, opulenta, fastuosa.
Dotado para hacer grandes negocios, construir empresas de envergadura, alzarse
a puestos elevados, al poder, desempeñar una política de prestigio, realizar
conquistas imperiosas que satisfacen ambiciones importantes. Hecho para la
vocación y cargos públicos.
Encontramos
"componentes" leoninos en Luis XIV, Francisco I y Enrique III. Si
Luis XIV es más solar que leonino, la participación de este signo es importante
en Enrique III, siendo Leo su Ascendente. Junto con su dominante venusina, es
el Leo apolíneo, príncipe esteta con extraordinario gusto por el lujo,
preocupación por el aspecto, amor por las artes, los materiales preciosos, los
refinamientos, la necesidad de embellecer su persona y la vida. Por lo demás,
podía advertirse en él tal majestad en
su porte y en sus acciones que no hacía falta preguntar dónde estaba el rey
cuando uno se encontraba cerca. E incluso en la feminización de sus costumbres
en medio de sus favoritos, no perdería jamás aquella dignidad, aquella nobleza
que le valió el ser el primero de nuestros reyes denominado: iSu Majestad! Pero
el Leo más representativo -un Leo Hercúleo sobre todo, con una dominante Sol-Júpiter-Urano-
es Napoleón que presenta
Sol-Mercurio y el Medio Cielo en el signo. El carácter titánico de este
personaje de leyenda es suficientemente conocido para dispensarnos de una
comparación a fondo con el arquetipo Leo. Sabemos que dormía poco, comía
deprisa y trabajaba hasta veinte horas al día, llevando todo el peso de su
poder hacia la acción exterior, desde el momento en que recibió el pleno poder
de ejercer sus facultades sin control, no existiendo más que para su vocación a
la autoridad absoluta. Mi amante es mi poder, decía.
"Yo, no
tengo en absoluto ambición ... O, si la tengo, es tan natural, tan innata, se
encuentra tan arraigada en mi existencia, que es como la sangre que corre por
mis venas, como el aire que respiro; no me hace ir más deprisa, ni hacia otros
móviles que los que son naturales en mí; no tengo nunca que combatir ni en
favor de ella ni en contra de ella; jamás ésta va más deprisa que yo; no va más
que al ritmo de las circunstancias y del conjunto de mis ideas". ¿Podía
expresar mejor que él es la ambición?
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