LA DOCTRINA ESOTÉRICA SOBRE LAS ALMAS GEMELAS
Es un hecho muy conocido de todos los estudiosos de la naturaleza
humana, el de que algunas personas parecen tener el poder de
sacar a luz lo mejor que tiene otra y que, cuando se encuentran
juntas, parece como si cada una de sus naturalezas floreciera y se
hiciera capaz de elevarse a grandes alturas de desenvolvimiento,
que jamás podrían haber escalado aisladamente, mientras que
simultáneamente parecen embargadas por una dicha y una
irradiación indescriptibles. Cuando se separan, parece como si se
marchitaran y decayeran, y aunque el tiempo logre aliviar la
amargura de la separación, ninguna de esas almas logra elevarse
cuando está aislada. Es posible que no se lamenten, ni siquiera que
estén recordando el pasado a cada rato; puede no haber ninguna
negativa mórbida a dirigir su atención a nuevos objetivos e
intereses, pero siempre subsiste una sensación permanente de vivir
por debajo del nivel normal. Esas personas son capaces hasta de
imaginarse que no son dos entidades separadas, sino simples
mitades de un todo único. La completa simpatía y el vínculo
erfecto que existe entre esas dos mentes, hace que cada estado
de ánimo de una de ellas se refleje en la otra, y la tristeza de la una
sumerge instantáneamente en tristeza a la otra, mientras que la
alegría de la una llena de dicha a la otra.
Las creencias populares a este respecto son muy definidas y todos
sienten la secreta esperanza de que les sea posible realizar ese
anhelo de su corazón, por más que la experiencia nos haya
enseñado la abrumadora improbabilidad de su logro. Sea como
fuere, y a pesar de los pesares, siempre surge la esperanza, pues
tan arraigado está nuestro instinto con ella. Sin embargo, aunque
esa esperanza sea universal, su realización es rarísima, porque una
unión completa con otro exige una abnegación completa de sí
mismo y las almas capaces de semejante abnegación son
poquísimas. Para que pueda realizarse semejante unión es
necesario que se junten dos almas igualmente abnegadas y no
basta con que una se dé por completo y la otra se limite a recibir. Y
ni siquiera basta con que cada una de ellas se dé por entero, sino
que cada una debe dar lo que la otra necesita, pues de lo contrario
el sacrificio es inútil y en ello reside justamente la clave de muchos
amores no correspondidos.
Una buena y sana camaradería es lo mejor que la mayoría de los
hombres y mujeres pueden esperar una vez que el fuego ardiente
de la pasión se ha enfriado con la familiaridad y la disminución de la
belleza física, y aunque esa amistad y camaradería es una de las
cosas más nobles y hermosas que puedan existir en la Tierra, no es
a esa amistad conyugal a la que nos referimos y la creencia y los
sentimientos populares bien lo saben, al designar a esas parejas
excepcionales como “almas gemelas”, sabiendo que ese amor y
esa vinculación sobrepasa a todo cuanto podamos concebir como
amor conyugal, por más hermoso, profundo y elevado que sea. Los
lazos profundos del amor conyugal, para quienes la pasión de los
amantes no es más que la chispa inicial, están formados por la
acumulación de innumerables delicadezas, ternuras, recuerdos,
simpatías y satisfacciones que han surgido de la constante
compañía de ambos; pero este otro amor al que nos referimos no
se enciende ni tiene principio, sino que es algo que ya existe, que sobrepasa a todos los demás vínculos posibles y que si existieran
otros lazos, de cualquier índole que fueran, que pretendieran
mantenerse, destrozaría el alma misma.
Ese vínculo potente, que surge ya maduro y hecho, no puede ser
considerado como un nuevo nacimiento, sino que es más bien
como la reencarnación de una pasión desarrollada en las vidas
pasadas y en las cuales, aunque la mente consciente lo ignore, la
subconsciente sí la recuerda y reclama su alma gemela.
El fenómeno de este amor en cuerpo físico es extraordinariamente
raro, aunque muchas veces se exagera inadecuadamente cualquier
pasión ordinaria o mera simpatía súbita que se experimente por
otra. Las personas poco evolucionadas, que son las víctimas más
fáciles de esas pasiones súbitas e incontrolables, son demasiado
egocéntricas, demasiado esclavas de sus propias limitaciones y
apetitos, como para ser capaces de realizar una unión permanente
y armoniosa con cualquier otro ser, y mucho menos serían capaces
de comprender el ideal de la completa y absoluta abnegación y
servicio que implica el concepto de otro que viene a ser como el
alma del alma. Esas personas tienen muy poco que dar en
recompensa de la satisfacción de sus sedientos deseos, y el que se
presta a satisfacer éstos, pronto se cansa de una tarea que no tiene
correspondencia.
La gran mayoría de las personas son capaces de realizar una unión
satisfactoria y armoniosa con cualquier otra de un tipo determinado.
O sea, en términos esotéricos, con cualquier otra del mismo rayo.
Como hicimos notar en uno de los capítulos anteriores, la unión
espiritual sólo puede tener lugar entre los que pertenecen al mismo
rayo o color, y cuando nos encontramos en presencia de otra
persona perteneciente a nuestro propio rayo, sentimos en seguida
una sensación de armonía fundamental, porque la línea de
evolución y las cualidades espirituales son las mismas, aunque
esas cualidades sean sólo rudimentarias o estén bien desarrolladas.
Sólo puede fundarse una unión permanente satisfactoria, si existe
una armonía constitucional. Es completamente inútil esperar que
ese desenvolvimiento fortalezca un vínculo, cuando justamente ese
desarrollo se está efectuando en direcciones distintas. Si un hombre
a dedicado su vida a la carrera militar y alcanzado en ella gran
eminencia, es más que improbable que ello sirva para atraer más y
más a una esposa que se haya dedicado por completo a la causa
de la paz entre las naciones.
Toda persona suficientemente evolucionada como para ser capaz
de concebir un ideal y luchar por él activamente, debe tener en
cuenta el rayo o color (indicado por su clase de idealismo) al elegir
un compañero, aunque las gentes de tipo inferior, que no tienen
más ideas que sus propios intereses y conveniencias, pueden
casarse sobre la base de una simple pasión mutua y de la
correspondiente atracción física, encontrando en ello tanta
satisfacción como puede esperarse de semejante unión. Puede
decirse que aunque la ciencia esotérica reconoce la existencia de
las “almas gemelas”, ello no implica que todos los casos de pasión
súbita y violenta entre dos individuos sean aquella indisoluble unión.
Puede no ser más que lo que su nombre implica: una pasión y nada
más, que morirá tan pronto como nació y que quizá sea capaz de
renovarse cada vez que un nuevo objeto provoque el estímulo
correspondiente. Tampoco enseña la ciencia esotérica que el
encuentro de dos “almas gemelas”, aunque existiera entre ellas el
vínculo citado, pueda justificar el abandono e incumplimiento de
otros deberes preexistentes. Aunque las leyes del divorcio puedan
tener poca o ninguna relación efectiva con los hechos de la vida
humana o las leyes cósmicas, la violación de esas leyes hace
incurrir a las personas que lo hacen en el ostracismo social,
infligiendo sufrimientos a personas inocentes, lo cual no puede
constituir absolutamente nada que tenga relación con la Senda de
la Luz. El esotericista dice que una vida no es más que una grada o
etapa en la jornada del alma por el sendero de la evolución y es
muchísimo mejor sacrificar un día de nuestra existencia en el
cumplimiento honorable, aunque sea penoso, de nuestro estricto
deber, de manera que nuestras vidas futuras queden
completamente libres de pasadas deudas, pudiendo así realizar el
glorioso amor ansiado, que envolvernos en nuevas cadenas y
limitaciones por romper con los deberes que era necesario cumplir.
DION FORTUNE
DION FORTUNE
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