REFLEXIONES SOBRE ALGUNAS ENSEÑANZAS DE LA NUEVA ERA
Existen dos tipos de hipocresía muy marcadas y activas en esta época: la religiosa y la espiritual, y ambas comparten un rasgo en común, el fanatismo. Como ejemplo de la primera, la religiosa, nos encontramos de bulto con los seguidores de algunas sectas cristianas mal llamadas Iglesias, sean evangélicas, pentecostales, adventistas, etc., gentes de un fanatismo extremo y enfermizo, bien alimentado y exacerbado por los “píos ministros” de estas congregaciones, con fines aviesamente económicos. Este rebaño de feligreses por lo general aterrizan –bien despistados por cierto- en estos territorios seductores de la fe, con la utópica esperanza de mejorar su vida personal y su economía a expensas del ‘Espiritu Santo’ y ‘Nuestro Señor Jesucristo’, generalmente –hay sus admirables excepciones, claro- luego de concluir una carrera de desaciertos y mala conducta en la vida y cuando están a punto de naufragar y creen encontrar su última y única tabla de salvación en los tales “pastores” bien dispuestos a recibirlos en su redil, a cambio, claro, de un jugoso diezmo vitalicio. Desafortúnadamente, estas gentes, desde su nueva fe, no experimentan en ciertamente ningún cambio positivo real en su conciencia y mentalidad. Simplemente lo que en esencia son, queda relegado,, reprimido, diría postergado –presto a resurgir y asumir el control- gracias al terror a los castigos del “infierno” bien inculcado y trabajado mediante efectivo lavado cerebral ¿por el obra y gracia del “espíritu santo”?.
Por supuesto, hay una ‘leve mejoría” –como dirían los médicos- en el campo económico, lo cual es bien explicable por cierto. El dinero que antes despilfarraban en licor, drogas, vicios y placeres de toda clase, lujos, etc, ahora permanece, una parte, en las propias arcas, y otra va directamente al bolsillo de ese genio de las finanzas que es el pastor, con la diferencia que ese cambio no es atribuído a razones de lógica económica, sino a la eficaz intervención renovadora del “Espíritu Santo".
En cuanto a la hipocresía espiritual, es practicada por una numerosa masa de gente igual de desorientada que la primera, y como aquella, con fines abiertamente utilitarios y materialistas, que ven el remedio a sus problemas de todo tipo en la profusa oferta de “conocimientos”, “enseñanzas”, “métodos”, “sistemas”, “filosofías”, etc, etc, que hoy día hacen su presentación en sociedad gracias a la llegada de la “Nueva Era”, los cuales prometen soluciones efectivas, rápidas, inmediatas, extraordinarias y milagrosas sin el menor esfuerzo, ni mucho menos, sin la realización de un trabajo sostenido, sincero, disciplinado, serio y responsable de mejoramiento y perfeccionamiento personal que corrija defectos y desarrolle aptitudes y capacidades que luego permitan educir VIRTUDES –de Vir, fuerza-, para así verdaderamente obrar “prodigios”, ser MAGOS en el real sentido de la palabra.
No seré yo precisamente quien niegue esa dimensión mágica, taumatúrgica, que dormita en potencia en el interior de todo ser humano, y que le permite, a través de su voluntad, pensamiento e imaginación lograr milagros. He sido testigo directo de un capítulo dolorosamente trascendental en la vida de Orissa Mizar, quien padeció una terrible enfermedad renal en su fase final, que ameritaba la extirpación de uno de sus riñones -según el diagnóstico definitivo de los galenos- y el nada halagüeño pronóstico de que aún así debería someterse a diálisis permanente, situación en la que no dude un instante en ofrecerle uno de mis riñones; pero la luz se hizo, y merced a su pureza de espíritu, a su fortaleza de alma, mente y voluntad, al desarrollo de esas fuerzas internas curativas que todos tenemos, sanó y salvó su riñón. Claro, Orissa sigue un verdadero camino y trabajo espiritual, pero ¿Cuántos de quienes practican todo este tipo de enseñanzas y conocimientos lo hacen?.
Sé por experiencia propia que cuando sinceramente se tiene la intención de seguir la senda del mejoramiento y perfeccionamiento personal, somos tentados (probados) y se acentúan nuestros defectos, pero es señal de que vamos bien y es la mejor oportunidad que se nos ofrece para ir superando nuestras deficiencias y debilidades si honestamente nos aplicamos a ello. Se necesitan virtudes y cualidades homogéneas para lograr el poder espiritual, pero muy pocos tienen la fuerza de voluntad y la convicción para emprender la tarea.
No negaré que muchas de estas enseñanzas, conocimientos y saberes son auténticos y efectivos, pero ABSOLÚTAMENTE INEFICACES, en manos de quienes no posean las cualificaciones morales, mentales y espirituales necesarias para activar el poder que ellas encierran. Mucho menos sacarán provecho de ellas los hipócritas espirituales, como algunos que he tenido de contactos en mi pagina de FACEBOOK, que me han eliminado por no compartir algunos de mis puntos de vista respecto a muchos asuntos, y sin embargo, devotos, por ejemplo, del Hoponopono, los veo repitiendo obsesivamente: LO SIENTO, PERDÓNAME, GRACIAS, TE AMO…
Post a Comment