CAPRICORNIO
André Barbault
Cardenal
Jules Mazarin
Simbolismo: Simboliza en la Naturaleza la desnudez, el
encogimiento, el silencio, la concentración del invierno en su severa grandeza.
Signo de Tierra-Cardinal, marca la fase de la semilla enterrada en la tierra,
principio de una lenta maduración sin espectacularidad en vistas a una última
conquista a largo plazo. Es, a la vez, símbolo de una medianoche celeste,
presentándose el solsticio de invierno como una fase de concepción, de raíz, de
surco (de ahí la relación con la estructura interna de las cosas), y de un mediodía
terrestre, que tiene su réplica en la Casa X, en el ciclo del día y, en tanto
que tal, de una cumbre, lugar de predilección de la cabra. Opuesto a Cáncer que
es el signo de la madre, de la cuna, de la encarnación y, asimismo, tanto de lo
íntimo como de lo suprasensible, Capricornio tiende a lo impersonal, a la
desmaterialización, a la liberación de lo terrestre. Por ello, es el signo de
Saturno al que se añade (exaltación) Marte.
Psicología: Este tipo es un ser frío, edificándose su
personalidad en un movimiento de retraimiento sobre sí mismo y de concentración
que excluye toda exteriorización. Este ser "frío" es, a la vez,
introversión e inemotividad, real o aparente (el "apasionado frío"),
lo que le asegura el dominio sobre sí mismo. Es, también, un ser lento:
paciencia, perseverancia, estabilidad, ponderación, meditación, pesimismo,
soledad o melancolía. Si se asocia al frío saturnino la sequedad marciana,
tenemos· al nervioso duro, sólido como una roca: es un ser rudo que se
beneficia de un sólido equilibrio por el dominio de los sentimientos y la
firmeza de carácter: aplomo, sangre fría, robustez, disciplina, obstinación,
densidad, fijeza ...
Corresponde en caracteriología ya al
Flemático: No-EmotivoActivo- Secundario, ya al Apasionado
(Emotivo-Activo-Secundario ), ya (el tipo inferior) al Apático
(no-Emotivo-no-Activo-Secundario ). La Secundariedad es una constante de su
naturaleza, tan profunda como su enraizada frialdad.
Dialéctica: Dos tipos se presentan:
a) El ambicioso: Naturaleza caracterizada por una áspera
afirmación del Yo al servicio de una voluntad de poder o de un orgullo
impregnado de necesidad del dominio. Arribista o ambicioso, su líbido posee una
gran sed de elevación. Existen posibilidades de que se alce a la cumbre por su
silenciosa y paciente obstinación, su previsión, su larga premeditación, su
lucidez, su voluntad bien encauzada; también llega a ella a través de un frío
cálculo y una habilidad diplomática a la manera de una lama de acero, así como
por su indomable carácter o su dureza de granito.
b) El Desapegado: Su líbido se desapega del mundo
terrestre, de los deseos y posesiones materiales; toma el camino del
desprendimiento. Se trata, a veces, de una ambición inhibida, revelada por una
humildad exagerada, un desinterés excesivo, tormentos morales y escrúpulos
dolorosos. Se trata, también, en este caso, de una ambición, pero es moral,
tendida hacia una elevación espiritual: ascesis, contemplación, meditación o
consagración total de sí mismo a los demás o a una vida impersonal
entregada a una gran obra, sobre áridas pendientes que conducen a cimas
luminosas.
Destino: Generalmente, el
principio de la existencia es difícil, debiendo superar el ser inhibiciones y
revelándose bastante tardíamente. Pero sabe recuperarse a través de su
disciplina, su ascetismo, su seriedad y su encarnizado trabajo. Hasta tal punto
que podemos verlo subir lenta pero de forma segura hasta los puestos de mando y
responsabilidad, donde sabe hacerse indispensable. Los grandes momentos de su
vida llegan a menudo a una edad avanzada. Pertenece a los grandes viejos. Pero
su existencia es, a veces, austera, solitaria o retirada.
Aunque tenga Sol, Mercurio y Marte en este
signo, Enrique IV se encuentra, ante todo, señalado por su dominante Marte-Júpiter,
y el carácter tan conocido de este rey popular se encuentra en las antípodas
del capricorniano clásico. No obstante, sus biógrafos son unánimes en discernir
en el monarca, tras la fachada de una naturaleza amable y ligera, mucha más
profundidad. De hecho, antes de ser un gran hombre de Estado, fue un político
superior que tuvo, en seguida, sentido de los acontecimientos complejos que se
desarrollaban en el país, actuando no en sentido de los intereses inmediatos
sino en conformidad con una ambición a largo plazo, como si hubiera preparado
desde lejos su advenimiento. Cuando la muerte sorprendió a Enrique
III, él estaba presente, pronto a tomar su sucesión. No se debe sólo a su
rúbrica planetaria esta robustez de noble de provincias de ruda voluntad, sino
que es también gracias a su signo el que este monarca viviera simplemente, casi
burdamente, desdeñoso de la etiqueta, dentro de un tipo de vida provinciano que
contrastará singularmente con el fastuo y elegancia de los Valois. Pero, una
vez en el poder, este capricornio sabrá restablecer la autoridad del Estado, se
sentirá el amo y establecerá la monarquía absoluta. Progresará el culto a la
agricultura, defenderá la seguridad del campo, la protección de las cosechas y
relanzará el cultivo bajo la dirección de Olivier de Serres.
Un capricornio mucho más puro es Mazarin con el Ascendente en este signo y su
regente, Saturno, dominante. El mismo reconoce que la ambición se encuentra en
el fondo de su ser: "Poseo la ambición que debe tener todo hombre honrado
y quizá pase de los límites en algunas cosas". Unicamente llega a revelarse
a los 40 años pero, para un hombre que posee como divisa: El tiempo es un gran
maestro, no es demasiado tarde para llegar a una gran ascensión, la de una
ambición personal que se confunde con la grandeza de una corona. ¿Hay nada más
representativo capricorniano que este hombre de Estado impasible, secreto,
previsor, trabajador infatigable, que dedicó un esfuerzo largo y paciente de
cinco años hasta concluir el glorioso tratado de Westfalia?
Carta natal del cardenal Jules
Mazarin
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