KEPLER INTERPRETA SU PROPIO HORÓSCOPO
Con Tycho-Brahe se
inicia la línea de los tres grandes astrónomos-astrólogos de los siglos xvi y
xvn que debía señalar, al mismo tiempo, la cima de ese arte desde Tolomeo y su
caída hasta el actual renacimiento. Tycho-Brahe nació en Escania, provincia de
Dinamarca, el 13 de iciembre de 1546. Era hijo del baile de la provincia y pudo
realizar estudios muy completos. Llegó a ser médico y sobre todo astrónomo.
Pero la astrología le interesó también, y se agregó en calidad de astrólogo a
la corte de Rodolfo, rey de Hungría.
Tycho-Brahe
fue uno de los primeros astrónomos observadores, y en su magnífico castillo de
Uranienborg y en Stalleborg utilizó numerosos instrumentos de óptica perfeccionados
para el estudio del cielo. Federico II le confió la cátedra de astronomía en
Copenhague y le colmó de favores. Fue blanco de los celos de los nobles de la
corte que le reprochaban tratar gratuitamente a los obres con medicamentos de
origen desconocido. Disgustado, se retiró a Praga donde el rey Rodolfo le
ofreció una hospitalidad fastuosa. Murió en esa ciudad el 14 de octubre de
1601.
Aunque
Tycho-Brahe no tenía mucha confianza en los demás astrólogos —decía que todos
eran unos charlatanes excepto él mismo—, por el contrario creía profundamente
en la astrología, y una de sus obras es una apología de esta ciencia. En ella
se mostraba como no fatalista, y era de la opinión de que un hombre de calidad
podía superar perfectamente las influencias astrales inscritas en su tema de
nacimiento: «El hombre encierra en sí una influencia mucho mayor que la de los
astros; superará las influencias si vive según la justicia, pero, si sigue sus
ciegas tendencias, si desciende a la clase de los brutos y de los animales,
viviendo como ellos, el rey de la Naturaleza ya no manda, sino que es mandado
por la Naturaleza.» Pretendía demostrar la astrología mediante ejemplos sacados
del destino de los pueblos con relación a las conjunciones astrales. Así, por
ejemplo, escribía: «En 1593, cuando se produjo una gran conjunción de Júpiter y
Saturno en la primera parte del León, cerca de las nebulosas estrellas de
Cáncer, que Tolomeo llama las estrellas pestilentes y borrosas, ¿acaso esta
pestilencia que se abatió sobre toda Europa en los años siguientes y que
provocó la muerte de innumerables personas no confirma la influencia de las
estrellas mediante un acontecimiento indiscutible?» No desdeñó la predicción y,
en 1572, citó el caso de una estrella nueva que acababa de aparecer aquel año
en la constelación de Casiopea. Predijo que su influencia se ejercería veinte
años más tarde, en 1592, cuando, en Finlandia, nacería un hombre «destinado a
una gran empresa», en relación con una causa religiosa; finalmente, el efecto
de esa estrella encontraría su apogeo en 1632, año que igualmente contemplaría
la muerte de este hombre.
Parece
que esta predicción, precisa y fechada, puede relacionarse con la carrera de
Gustavo Adolfo de Suecia. Este príncipe nació en 1594, en Estocolmo, del que
Finlandia era entonces provincia. Fue uno de los más celosos campeones del
protestantismo y obtuvo éxitos militares durante la guerra de los Treinta Años,
que fue al principio una guerra de religión. Su mayor victoria se produjo
realmente en 1632, en Lutzen, y halló en ese lugar la muerte, tal como le había
predicho el astrónomo. Señalemos finalmente que Tycho-Brahe no quiso admitir
jamás el sistema heliocéntrico y permaneció fiel a Tolomeo hasta su muerte.
Ironía del destino; fue su joven discípulo, Kepler, quien iba a convertirse en
uno de los dos hombres representativos de la revolución copernicana. Los
herederos de Tycho-Brahe confiaron a su discípulo el manuscrito de sus
Observaciones gracias a las que Kepler halló las tres leyes que han
inmortalizado su nombre.
Juan
Kepler nació en Wurtemberg el 27 de diciembre de 1571. Tras haber estudiado
matemáticas y astronomía, se convirtió, en el año 1600, en alumno de
Tycho-Brahe, que le inició también en astrología. ¡Hay que señalar que el viejo
astrónomo no había querido ir a recibir a su joven discípulo, pues había
comprobado en su tema una oposición Marte- Júpiter asociada a un eclipse de
Luna, lo que parecía desfavorable para emprender un viaje! A la muerte de
Tycho, ocupó su lugar de astrónomo-astrólogo cerca del rey Rodolfo, luego
siguió el duque de Wallenstein. Caído en desgracia, se retiró a Ratisbona donde
murió el 15 de noviembre de 1630. Las leyes astronómicas establecidas por
Kepler permitieron a Newton deducir el principio de la atracción universal, motivo
por el que Kepler está considerado como uno de los fundadores de la astronomía
moderna y uno de los mayores sabios de todos los tiempos. Lo que es ya menos
conocido es que Kepler fue igualmente el principal legislador de la astrología
después de Tolomeo. Este último punto ha molestado siempre sumamente a los
adversarios de dicho arte. Así, pues, éstos han intentado minimizar la
influencia de Kepler de dos modos. Henri Poincaré, en su obra Valeur de la
Science, escribe:
«En
resumen, es increíble cuan útil ha sido a la Humanidad la creencia en la
astrología. Si Kepler y Tycho-Brahe
pudieron vivir, fue gracias a que vendían a necios reyes unas predicciones basadas en las conjunciones de los astros. Si
estos príncipes no hubieran sido crédulos, nosotros continuaríamos creyendo
quizá que la Naturaleza obedece al capricho, y estaríamos aún sumidos en la
ignorancia.» Este argumento cae por sí mismo a partir del momento en que se lee
la obra de Kepler, ya que este astrónomo cita con frecuencia su propio horóscopo
al objeto de relacionar sus configuraciones con los acontecimientos de su vida.
Así escribe: «En mí, Saturno y el Sol cooperan, por lo que mi cuerpo es seco,
nudoso y pequeño. El alma es tímida y se disimula detrás de perífrasis
literarias; es suspicaz, busca su camino a través de los abrojos y se enreda en
ellos. Sus costumbres morales son análogas.» Entra incluso con frecuencia en el
detalle de las configuraciones astrológicas de su tema, trígonos, cuadraturas,
conjunciones, etc. ¡Todo esto son notaciones que resultarían absurdas referidas
al propio horóscopo en alguien que no creyera en el valor de lo que dice! El
segundo argumento, después de haber reconocido que Kepler había sido realmente
un astrólogo practicante y convencido, consiste en afirmar que, hacia el fin de
su vida, se había dado cuenta de su error y no creía ya en la astrología.
Este
punto no está tampoco más fundamentado que el anterior ya que, en octubre de
1627, es decir, menos de tres años antes de su muerte, Kepler añadió a sus Tablas rodolfinas un nuevo instrumento al estilo
de los astrólogos, una Sportula
genethliaca, y escribió a uno de sus amigos, Berneger, que ese
nuevo instrumento añadido a sus tablas permitía calcular más fácilmente themata et directiones, es
decir los temas de nacimiento y las direcciones para las predicciones. De
hecho, Kepler ha escrito textualmente que: «Veinte años de estudios prácticos
han convencido a mi mente rebelde de la realidad de la astrología.» Así, en
cada aniversario, Juan Kepler trazaba su tema de revolución solar y lo
estudiaba para prever el próximo año. Hay que recalcar que, según él, en la
fecha de su muerte los planetas habían recuperado casi el mismo lugar que en el
tema de nacimiento. La labor astrológica de Kepler es muy importante y se
encuentra particularmente reunida en su obra Harmonices mundi. Se trata en primer lugar de una
obra crítica ya que, aun reconociendo el fundamento sólido del principio
general de la astrología, a saber, las influencias de los planetas sobre el
hombre, rechazaba en gran parte la tradición heredada de Tolomeo. En
particular, eliminaba los signos y las Casas astrológicas,
conservando
casi solamente los aspectos formados por los planetas entre sí. Estableció de
ese modo todo un sistema de aspectos menores y de correspondencias que hoy no
son muy practicados.
¿Puede
admitirse que Kepler fuera genial como astrónomo y estúpido como astrólogo?
Ésta es una postura muy difícil de defender, y Albert Einstein se escabullía
mediante una mala pirueta diciendo que en él: «El enemigo interior, vencido y
neutralizado, no estaba muerto, sin embargo, totalmente.» Por desgracia, ese
pretendido enemigo interior no fue combatido jamás por Kepler, pues, lejos de
ello, durante su vida no dejó de afirmar su fe en una astrología verdadera y
depurada de charlatanerías, tal como, por ejemplo, lo demuestra el siguiente
texto. Se trata de una carta escrita en 1598 a su preceptor Mástlin a propósito
del último calendario publicado por Kepler: «Como en todos los pronósticos, yo
me propongo presentar a mis lectores, anteriormente mencionados, una agradable
diversión sobre el esplendor de la Naturaleza, al mismo al mismo tiempo que la
exposición de lo que a mí me parece cierto, con la esperanza de que los
lectores sentirán la tentación de aprobar una elevación de mis tarifas... Si
está usted de acuerdo, espero que no se habrá disgustado conmigo, si, como
defensor de la astrología, en palabras y en acciones, intento al mismo tiempo
convencer a las masas de que no soy un bufón astrológico.»
Para
concluir, señalemos finalmente que Kepler no consideró ni por un momento que la
teoría heliocéntrica, de la que era uno de sus promotores, pudiera perjudicar
en nada a la astrología. En este sentido se explicó claramente en su disertación
Tercius inveniens, en 1610, donde indicaba sin rodeos que la tarea del
astrólogo era interpretar los signos del cielo visibles con relación a la
Tierra. tiempo que la exposición de lo que a mí me parece cierto, con la
esperanza de que los lectores sentirán la tentación de aprobar una elevación de
mis tarifas... Si está usted de acuerdo, espero que no se habrá disgustado
conmigo, si, como defensor de la astrología, en palabras y en acciones, intento
al mismo tiempo convencer a las masas de que no soy un bufón astrológico.»
Para
concluir, señalemos finalmente que Kepler no consideró ni por un momento que la
teoría heliocéntrica, de la que era uno de sus promotores, pudiera perjudicar
en nada a la astrología. En este sentido se explicó claramente en su disertación
Tercius inveniens, en 1610, donde indicaba sin rodeos que la tarea del
astrólogo era interpretar los signos del cielo visibles con relación a la
tierra.
Autor: Jacques Sadoul
Autor: Jacques Sadoul
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