EL EVANGELIO DE LA PAZ 1
Y entonces muchos enfermos y tullidos fueron a Jesús,
preguntándole: "Si todo lo sabes, dinos ¿por qué sufrimos estas penosas plagas?
¿Por qué no estamos enteros como los demás hombres? Maestro, cúranos, para que
nos hagamos fuertes y no tengamos que vivir por más tiempo en nuestro sufrimiento.
Sabemos que en tu poder está curar todo tipo de enfermedad.
Líbranos de Satán y de todos sus grandes males. Maestro, ten
compasión de nosotros".
Y Jesús respondió: "Felices vosotros que tenéis hambre
de la verdad, pues os satisfaré con el pan de la sabiduría. Felices vosotros
que llamáis, pues os abriré la puerta de la vida. Felices vosotros que
rechazáis el poder de Satán, pues os conduciré al reino de los ángeles de
nuestra Madre, donde el poder de Satán no puede penetrar.
Y ellos le preguntaron con desconcierto: "¿Quién es
nuestra Madre y cuáles son sus ángeles? ¿Y dónde se halla su reino?"
"Vuestra Madre está en vosotros; y vosotros en ella.
Ella os alumbró y ella os da vida. Fue ella quien dio vuestro cuerpo, y a ella
se lo devolveréis de nuevo algún día. Felices vosotros cuando lleguéis a
conocerla, así como a su reino; si recibís a los ángeles de vuestra Madre y
cumplís sus leyes. En verdad os digo que quien haga esto nunca conocerá la
enfermedad. Pues el poder de nuestra Madre está por encima de todo. Y destruye
a Satán y su reino, y tiene gobierno sobre todos vuestros cuerpos y sobre todas
las cosas vivas.
"La sangre que en nosotros corre ha nacido de la sangre
de nuestra Madre Terrenal. Su sangre cae de las nubes, brota del seno de la
tierra, murmura en los arroyos de las montañas, fluye espaciosamente en los
ríos de las llanuras, duerme en los lagos y se enfurece poderosa en los mares
tempestuosos.
"El aire que respiramos ha nacido del aliento de nuestra
Madre Terrenal. Su respiración es azul celeste en las alturas de los cielos,
silba en las cumbres de las montañas, susurra entre las hojas del bosque, ondea
sobre los trigales, dormita en los valles profundos y abrasa en el desierto.
"La dureza de nuestros huesos ha nacido de los huesos de
nuestra Madre Terrenal, de las rocas y de las piedras. Se yerguen desnudas a
los cielos en lo alto de las montañas, son como gigantes que yacen dormidos en
las faldas de las montañas, como ídolos levantados en el desierto, y están
ocultos en las profundidades de la tierra.
"La delicadeza de nuestra carne ha nacido de la carne de
nuestra Madre Terrenal; carne que madura amarilla y roja en los frutos de los
árboles, y nos alimenta en los surcos de los campos.
"Nuestros intestinos han nacido de los intestinos de
nuestra Madre Terrenal, y están ocultos a nuestros ojos como las profundidades
invisibles de la tierra.
"La luz de nuestros ojos y el oír de nuestros oídos
nacen ambos de los colores y de los sonidos de nuestra Madre Terrenal, que nos
envuelve como las olas del mar al pez, o como el aire arremolinado al ave.
"En verdad os digo que el Hombre es Hijo de la Madre
Terrenal, y de ella recibió el Hijo del Hombre todo su cuerpo, del mismo modo
que el cuerpo recién nacido nace del seno de su madre. En verdad os digo
que sois uno con la Madre Terrenal; ella está en vosotros v vosotros en ella.
De ella nacisteis, en ella vivís y a ella de nuevo retornaréis. Guardad por
tanto Sus leves, pues nadie puede vivir mucho ni ser feliz sino aquel que honra
a su Madre Terrenal y cumple Sus leyes. Pues vuestra respiración es Su
respiración, vuestra sangre Su sangre, vuestros huesos Sus huesos; vuestra
carne su carne; vuestros intestinos Sus intestinos; vuestros ojos y vuestros
oídos son Sus ojos y Sus oídos.
"En verdad os digo que si dejaseis de cumplir una sola
de todas estas leyes, si dañaseis uno sólo de los miembros de todo vuestro
cuerpo, os perderíais irremisiblemente en vuestra dolorosa enfermedad y sería
el llorar y rechinar de dientes. Yo os digo que, a menos que sigáis las leyes
de vuestra Madre, no podréis de ningún modo escapar a la muerte. Y quien abraza
a las leyes de su Madre, a él abrazará su madre también. Ella curará todas sus
plagas y él nunca enfermará. Ella le dará larga vida y le protegerá de todo
mal; del fuego, del agua, de la mordedura de las serpientes venenosas. Pues ya
que vuestra madre os alumbró, conserva la vida en vosotros. Ella os ha dado Su cuerpo,
y nadie sino Ella os cura. Feliz es quien ama a su Madre y yace sosegadamente
en Su regazo. Porque vuestra Madre os ama, incluso cuando le dais la espalda. Y
¿cuánto más os amará si regresáis de nuevo a Ella? En verdad os digo que muy
grande es Su amor, más grande que la mayor de las montañas y más profundo que
el más hondo de los mares. Y aquellos quienes aman a su Madre, Ella nunca les
abandona. Así como la gallina protege a sus polluelos, como la leona a sus
cachorros, como la madre a su recién nacido, así protege la Madre Terrenal al
Hijo del Hombre de todo peligro y de todo mal.
"Pues en verdad os digo que males y peligros
innumerables esperan a los Hijos de los Hombres. Belcebú, el príncipe de todos
los demonios, la fuente de todo mal, acecha en el cuerpo de todos los Hijos de
los Hombres. Él es la muerte, el señor de toda plaga y, poniéndose una
vestimenta agradable, tienta y seduce a los Hijos de los Hombres. Promete
riqueza y poder, y espléndidos palacios, y adornos de oro y plata, y numerosos
sirvientes. Promete gloria y renombre, sensualidad y fornicación, borrachera y
atracón, vida desenfrenada, holgazanería y ocio. Y tienta a cada cual según
aquello por lo que más se inclina su corazón. Y el día en que los Hijos de los
Hombres ya se han vuelto esclavos de todas estas vanidades y abominaciones,
entonces él, en pago de ello, les arrebata todas aquellas cosas que la Madre
Terrenal tan abundantemente les dio. Les arrebata su respiración, su sangre,
sus huesos, su carne, sus intestinos, sus ojos y sus oídos. Y la respiración
del Hijo del Hombre se vuelve corta y sofocada, trabajosa y maloliente como la
de las bestias inmundas. Y su sangre se vuelve espesa y fétida, como el agua de
las ciénagas; se coagula y ennegrece como la noche de la muerte. Y sus huesos
se vuelven duros y nudosos; se deshacen por dentro y por fuera se resquebrajan,
como una piedra cayendo sobre una roca. Y su carne se vuelve grasienta y acuosa;
se corrompe y se pudre con costras y forúnculos que son una abominación. Y sus
intestinos se llenan de inmundicia detestable rezumando corrientes en
putrefacción, y en ellos habitan numerosos gusanos abominables. Y sus ojos se
enturbian, hasta que la noche oscura los envuelve; y sus oídos se tapan, como
el silencio de la tumba. Y por último, el Hijo del Hombre perderá la vida. Pues
no guardó las leyes de su Madre, sino que sumó un pecado a otro. Por ello le
son arrebatados todos los dones de la Madre Terrenal: la respiración, la
sangre, los huesos, la carne, los intestinos, los ojos y los oídos y, por
último, la vida con la que coronó su cuerpo la Madre Terrenal.
"Pero si el pecador Hijo del Hombre se arrepiente de sus
culpas y las repara, y regresa de nuevo a su Madre Terrenal; y si cumple las
leyes de su Madre Terrenal y se libera de las garras de Satán resistiendo sus
tentaciones, entonces la Madre Terrenal recibe de nuevo a su Hijo pecador con
amor y le envía sus ángeles para que le sirvan. En verdad os digo que cuando el
Hijo del Hombre resiste al Satán que habita en él y no hace su voluntad, en esa
misma hora se hallan ahí los ángeles de la Madre para servirle con todo su
poder y liberarle por entero del poder de Satán.
"Pues ningún hombre puede servir a dos señores. Porque o
bien sirve a Belcebú y sus demonios o sirve a nuestra Madre Terrenal y a sus
ángeles. o sirve a la muerte o sirve a la vida. En verdad os digo qué felices
son aquellos que cumplen las leyes de la vida y no vagan por los caminos de la
muerte."
Y cuantos le rodeaban escuchaban sus palabras con asombro,
pues su palabra tenía poder y enseñaba de manera bien distinta a la de los
sacerdotes y escribas.
Y aunque el sol ya se había puesto, no se fueron a sus casas.
Se sentaron alrededor de Jesús y le preguntaron: "Maestro ¿cuáles son esas
leyes de la vida.
Quédate con nosotros un rato más y enséñanos. Querernos escuchar tu enseñanza para que podamos curarnos y volvernos rectos".
Quédate con nosotros un rato más y enséñanos. Querernos escuchar tu enseñanza para que podamos curarnos y volvernos rectos".
Y el propio Jesús se sentó en medio de ellos y dijo: "En
verdad os digo que nadie puede ser feliz, excepto quien cumple la Ley".
Y los demás respondieron: "Todos cumplimos las leyes de
Moisés, nuestro legislador, tal como están escritas en las sagradas
escrituras"".
Y Jesús les respondió: "No busquéis la Ley en vuestras
escrituras, pues la Ley es la Vida, mientras que lo escrito está muerto. En
verdad os digo que Moisés no recibió de Dios sus leyes por escrito, sino a
través de la palabra viva. La Ley es la Palabra Viva del Dios Vivo, dada a los
profetas vivos para los hombres vivos. En dondequiera que haya vida está
escrita la ley. Podéis hallarla en la hierba, en el árbol, en el río, en la montaña,
en los pájaros del cielo, en los peces del mar; pero buscadla principalmente en
vosotros mismos. Pues en verdad os digo que todas las cosas vivas se encuentran
más cerca de Dios que la escritura que está desprovista de vida. Dios hizo la
vida y todas las cosas vivas de tal modo que enseñasen al hombre, por medio de
la palabra siempre viva, las leyes del Dios verdadero. Dios no escribió las
leyes en las páginas de los libros, sino en vuestro corazón y en vuestro
espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en vuestra sangre, en vuestros
huesos, en vuestra carne, en vuestros intestinos, en vuestros ojos, en vuestros
oídos y en cada pequeña parte de vuestro cuerpo. Están presentes en el aire, en
el agua, en la tierra, en las plantas, en los rayos del sol, en las
profundidades y en las alturas. Todas os hablan para que entendáis la lengua y
la voluntad del Dios Vivo. Pero vosotros cerráis vuestros ojos para no ver, y
tapáis vuestros oídos para no oír. En verdad os digo que la escritura es la
obra del hombre, pero la Vida y todas sus huestes son la obra de nuestro Dios.
¿Por qué no escucháis las palabras de Dios que están escritas en Sus obras? ¿Y
por qué estudiáis las escrituras muertas, que son la obra de las manos del
hombre?"
"¿Cómo podemos leer las leyes de Dios en algún lugar, de
no ser en las Escrituras? ¿Dónde se hallan escritas? Léenoslas de ahí donde tú
las ves, pues nosotros no conocemos más que las escrituras que hemos heredado
de nuestros antepasados. Dinos las leyes de las que hablas, para que oyéndolas seamos
sanados y justificados.”
Jesús dijo: "Vosotros no entendéis las palabras de la
Vida, porque estáis en la Muerte. La oscuridad oscurece vuestros ojos, y
vuestros oídos están tapados por la sordera. Pues os digo que no os aprovecha
en absoluto que estudiéis las escrituras muertas si por vuestras obras negáis a
quien os las ha dado. En verdad os digo que Dios y sus leyes no se encuentran
en lo que vosotros hacéis. No se hallan en la glotonería ni en la borrachera,
ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria, ni en la búsqueda de la riqueza,
ni mucho menos en el odio a vuestros enemigos. Pues todas estas cosas están
lejos del verdadero Dios y de sus ángeles. Todas estas cosas vienen del reino
de la oscuridad y del señor de todos los males. Y todas estas cosas las lleváis
en vosotros mismos; y por ello la palabra y el poder de Dios no entran en vosotros,
pues en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu habitan todo tipo de males y
abominaciones. Si deseáis que la palabra y el poder del Dios Vivo penetren en
vosotros, no profanéis vuestro cuerpo ni vuestro espíritu; pues el cuerpo es el
templo del espíritu, y el espíritu es el templo de Dios. Purificad, por tanto,
el templo, para que el Señor del templo pueda habitar en él y ocupar un lugar
digno de él.
"Y retiraos bajo la sombra del cielo de Dios, de todas
las tentaciones de vuestro cuerpo y de vuestro espíritu, que vienen de Satán.
"Renovaos y ayunad. Pues en verdad os digo que Satán y
sus plagas solamente pueden ser expulsados por medio del ayuno y la oración. Id
por vuestra cuenta y ayunad en solitario, sin descubrir vuestro ayuno a hombre
alguno. El Dios Vivo lo verá y grande será vuestra recompensa. Y ayunad hasta
que Belcebú y todos sus demonios os abandonen y todos los ángeles de nuestra Madre
Terrenal vengan a serviros. Pues en verdad os digo que a no ser que ayunéis,
nunca os libraréis del poder de Satán ni de todas las enfermedades que de Satán
vienen. Ayunad y orad fervientemente, buscando el poder del Dios vivo para
vuestra curación. Mientras ayunéis, evitad a los hijos de los hombres y buscad
los ángeles de nuestra Madre Terrenal, pues quien busca hallará.
"Buscad el aire fresco del bosque y de los campos, y en
medio de ellos hallaréis el ángel del aire. Quitaos vuestro calzado y vuestras
ropas y dejad que el ángel del aire abrace vuestro cuerpo. Respirad
entonces larga y profundamente, para que el ángel del aire penetre en vosotros,
En verdad os digo que el ángel del aire expulsará de vuestro cuerpo toda
inmundicia que lo profane por fuera y por dentro. Y así saldrá de vosotros toda
cosa sucia y maloliente, igual que el humo del fuego asciende en forma de
penacho y se pierde en el mar del aire. Pues en verdad os digo que sagrado es
el ángel del aire, quien limpia cuanto está sucio y confiere a las cosas
malolientes un olor agradable. Ningún hombre que no deje pasar el ángel del
aire podrá acudir ante la faz de Dios. Verdaderamente, todo debe nacer de nuevo
por el aire y por la verdad, pues vuestro cuerpo respira el aire de la Madre Terrenal,
y vuestro espíritu respira la verdad del Padre Celestial.
"Después del ángel del aire, buscad el ángel del agua.
Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el ángel del agua abrace
todo vuestro cuerpo. Entregaos por entero a sus acogedores brazos y, así como
el aire penetra en vuestra respiración, que el agua penetre también en vuestro
cuerpo. En verdad os digo que el ángel del agua expulsará de vuestro cuerpo
toda inmundicia que lo mancille por fuera y por dentro. Y toda cosa sucia y maloliente
fluirá fuera de vosotros, igual que la suciedad de las vestiduras, lavada en el
agua, se va y se pierde en la corriente del río. En verdad os digo que sagrado
es el ángel del agua que limpia cuanto está sucio, y que confiere a todas las
cosas malolientes un olor agradable. Ningún hombre a quien no deje pasar el
ángel del agua podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer
de nuevo del agua y de la verdad, pues vuestro cuerpo se baña en el río de la
vida terrenal y vuestro espíritu se baña en el río de la vida eterna. Pues
recibís vuestra sangre de nuestra Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre
Celestial.
"Pero no penséis que es suficiente que el ángel del agua
os abrace sólo externamente. En verdad os digo que la inmundicia interna es,
con mucho, mayor que la externa. Y quien se limpia por fuera permaneciendo
sucio en su interior, es corno las tumbas bellamente pintadas por fuera, pero
llenas por dentro de todo tipo de inmundicias y de abominaciones horribles. Por
ello, en verdad os digo, que dejéis que el ángel del agua os bautice también
por dentro, para que os liberéis de todos vuestros antiguos pecados, y para que
asimismo internamente seáis tan puros como la espuma del río jugueteando a la
luz del sol.
"Buscad, por tanto, una gran calabaza con el cuello de
la longitud de un hombre; extraed su interior y llenadla con agua del río
caldeada por el sol.
Colgadla de la rama de un árbol, arrodillaos en el suelo ante
el ángel del agua y haced que el extremo del tallo de la calabaza penetre
vuestras partes ocultas, para que el agua fluya a través de todos vuestros
intestinos. Luego, descansad arrodillándoos en el suelo ante el ángel del agua
y orad al Dios vivo para que os perdone todos vuestros antiguos pecados; y orad
también al ángel del agua para que libere vuestro cuerpo de toda inmundicia y
enfermedad, Dejad entonces que el agua salga de vuestro cuerpo, para que se
lleve de su interior todas las cosas sucias y fétidas de Satán. Y veréis con
vuestros ojos y oleréis con vuestra nariz todas las abominaciones e inmundicias
que mancillaban el templo de vuestro cuerpo; igual que todos los pecados que residían
en vuestro cuerpo, atormentándoos con todo tipo de dolores, en verdad os digo
que el bautismo con agua os libera de todo esto. Renovad vuestro bautismo con
agua todos los días durante vuestro ayuno, hasta el día en que veáis que el
agua que expulsáis es tan pura como la espuma del río. Entregad entonces
vuestro cuerpo a la corriente del río y, una vez en los brazos del ángel del
agua, dad gracias al Dios vivo por haberos librado de vuestros pecados. Y este
bautismo sagrado por el ángel del agua es el renacimiento a la nueva vida. Pues
vuestros ojos verán a partir de entonces y vuestros oídos oirán. No pequéis
más, por tanto, después de vuestro bautismo, para que los ángeles del aire y
del agua habiten eternamente en vosotros y os sirvan para siempre.
"Y si queda después dentro de vosotros alguno de
vuestros antiguos pecados e inmundicias, buscad al ángel de la luz del sol.
Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el ángel de la luz del sol
abrace todo vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y profundamente para que el
ángel de la luz del sol os penetre. Y el ángel de la luz del sol expulsará de
vuestro cuerpo toda cosa fétida y sucia que lo mancille por fuera y por dentro.
Y así saldrá de vosotros toda cosa sucia y fétida, del mismo modo que la
oscuridad de la noche se disipa ante la luminosidad del sol naciente. Pues en
verdad os digo que sagrado es el ángel de la luz del sol, quien limpia toda
inmundicia y confiere a lo maloliente un olor agradable. Nadie a quien no deje
pasar el ángel de la luz del sol podrá acudir ante la faz de Dios. En verdad
que todo debe nacer de nuevo del sol y de la verdad, pues vuestro cuerpo se
baña en la luz del sol de la Madre Terrenal, y vuestro espíritu se baña en la
luz del sol de la verdad del Padre Celestial.
"Los ángeles del aire, del agua y de la luz del sol son
hermanos. Les fueron entregados al Hijo del Hombre para que le sirviesen y para que
él pudiera ir siempre de uno a otro.
"Sagrado es, asimismo, su abrazo. Son hijos indivisibles
de la Madre Terrenal, así que no separéis vosotros a aquellos a quienes la
tierra y el cielo han unido. Dejad que estos tres ángeles hermanos os envuelvan
cada día y habiten en vosotros durante todo vuestro ayuno.
"Pues en verdad os digo que el poder de los demonios,
todos los pecados e inmundicias, huirán con presteza de aquel cuerpo que sea
abrazado por estos tres ángeles. Del mismo modo que los ladrones huyen de una
casa abandonada al llegar el dueño de ésta, uno por la puerta, otro por la
ventana y un tercero por el tejado, cada uno donde se encuentra y por donde
puede, asimismo huirán de vuestros cuerpos todos los demonios del mal, todos vuestros
antiguos pecados y todas las inmundicias y enfermedades que profanaban el
templo de vuestros cuerpos. Cuando los ángeles de la Madre Terrenal entren en
vuestros cuerpos, de modo que los señores del templo lo posean nuevamente,
entonces huirán con presteza todos los malos olores a través de vuestra
respiración y de vuestra piel, y las aguas corrompidas por vuestra boca y
vuestra piel y por vuestras partes ocultas y secretas. Y todas estas cosas las
veréis con vuestros propios ojos, las oleréis con vuestra nariz y las tocaréis
con vuestras manos. Y cuando todos los pecados e inmundicias hayan abandonado
vuestro cuerpo, vuestra sangre se volverá tan pura como la sangre de nuestra
Madre Terrenal y como la espuma del río jugueteando a la luz del sol. Y vuestro
aliento se volverá tan puro como el aliento de las flores perfumadas; vuestra
carne tan pura como la carne de los frutos que enrojecen sobre las ramas de los árboles; la luz de vuestro
ojo tan clara y luminosa como el brillo del sol que resplandece en el ciclo
azul. Y entonces os servirán todos los ángeles de la Madre Terrenal. Y vuestra
respiración, vuestra sangre y vuestra carne serán una con la respiración, la
sangre y la carne de la Madre Terrenal, para que vuestro espíritu se haga
también uno con el espíritu del Padre Celestial. Pues en verdad nadie puede
llegar al Padre Celestial sino a través de la Madre Terrenal. Del mismo modo
que un niño recién nacido no puede entender la enseñanza de su padre mientras
su madre no te haya primero amamantado, bañado, cuidado, dormido y alimentado.
Mientras el niño es pequeño, su lugar está junto a su madre y a ella debe
obedecer. Cuando el niño ya ha crecido, su padre le lleva a trabajar al campo a
su lado, y el niño regresa junto a su madre solamente cuando llega la hora de
la comida y de la cena. Y entonces el padre le enseña para que se adiestre en los
trabajos de su padre. Y cuando el padre ve que su hijo entiende su enseñanza y
hace bien su trabajo, le da todas las posesiones para que éstas pertenezcan a
su amado hijo y para que éste continúe la obra de su padre. En verdad os digo
que feliz es el hijo que acepta el consejo de su madre y lo sigue. Y cien veces
más feliz es el hijo que acepta y sigue también el consejo de su padre, pues ya
se os dijo: "Honra a tu padre y a tu madre". Pero yo os digo, Hijos
del Hombre: Honrad a vuestra Madre Terrenal y guardad todas sus leyes, para que
sean largos vuestros días en esta tierra, y honrad a vuestro Padre Celestial
para que sea vuestra en los cielos la vida eterna. Pues el Padre Celestial es
un centenar de veces más grande que todos los padres por sangre y descendencia.
Y mayor es la Madre Terrenal que todas las madres por el cuerpo. Y más querido
es el Hijo del Hombre a los ojos de su Padre Celestial y de su Madre Terrenal
que lo son los niños a los ojos de sus padres por sangre y por descendencia y
de sus madres por el cuerpo. Y más sabias son la Palabra y la Ley de vuestro
Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal que las palabras y la voluntad de
todos los padres por sangre y por descendencia, y de todas las madres por el
cuerpo. Y también de más valor es la herencia de vuestro Padre Celestial y de
vuestra Madre Terrenal, el reino eterno de la vida eterna y celestial, que
todas las herencias de vuestros padres por sangre y por descendencia, y de
vuestras madres por el cuerpo.
"Y vuestros verdaderos hermanos son todos aquellos que
hacen la voluntad de vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal, y no
vuestros hermanos de sangre. En verdad os digo que vuestros verdaderos hermanos
en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal os amarán un millar
de veces más que vuestros hermanos de sangre. Pues desde los días de Caín y Abel,
cuando los hermanos de sangre transgredieron la voluntad de Dios, no existe una
verdadera fraternidad por la sangre, Y los hermanos actúan entre sí como
extraños, Por ello os digo, amad a vuestros verdaderos hermanos en la voluntad
de Dios un millar de veces más que a vuestros hermanos de sangre.
Pues vuestro Padre Celestial es amor.
Pues vuestra Madre Terrenal es amor.
Pues el Hijo del Hombre es amor
Tomado de EL EVANGELIO DE LOS ESENIOS, por Edmond Székely
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