EL SIGNO DE ACUARIO
André
Barbault
Simbolismo:
Simboliza en la Naturaleza la primera asimilación de la semilla nuevamente
sembrada que se integra en el medio terrestre. Este signo de Aire-Fijo no
representa ni el lazo espiritual de Géminis, ni el lazo afectivo de Libra, sino
el del alma revelada por el mundo de afinidades electivas cuyo fin es el de la
fraternidad universal. Frente a Leo que personifica la realización del
individuo cuya voluntad se encuentra toda al servicio del Yo, el Acuario
representa el aspecto al estadio superior de la Persona por la aceptación del otro
hasta llegar, así, a formar parte del Universo. La tradición ha hecho de
Saturno el planeta rector de este signo:
aquí
el don saturnino no es ya un deber sino una alegría, el deseo de perderse en
una realización. A partir del descubrimiento de los nuevos planetas, Urano es
su segundo regente.
Psicología:
En oposición al hercúleo Leo, el serafín Acuario es de naturaleza
"angélica", perteneciendo más al cielo que a la tierra y tendiendo a
liberarse espontáneamente del peso de los elementos materiales y alejarse del
instinto, sentido como una opacidad contraria a su naturaleza aérea, volátil, transparente,
toda ella limpidez espiritual. Posee el don de poder desapegarse de sí mismo,
de sus pulsiones instintivas hasta el punto de verlas como un extraño,
llegándole la pasión pero sin alterarlo. El odio se encuentra barrido de su
corazón y posee el don de tomarse con calma las contingencias materiales y
miserias de la vida, que no lo alcanzan. De ello extrae una cierta serenidad,
una armonía de carácter, una facilidad de vivir y cierta aspiración idealista y
espiritual. Su disposición afectiva fundamental es la oblatividad: el don de sí
es un instinto firme, ya que no se pertenece a sí sino al otro, siendo pues,
por excelencia, el hombre de la acogida, del consejo, de la ayuda; de ahí el
sentido de la amistad tan pronunciado en él. A menudo es de complexión pequeña,
pero posee el don de compensar una inferioridad psíquica por una superioridad intelectual,
moral o espiritual.
Dialéctica:
Este tipo desemboca en dos vías según su dominante saturnina o uraniana:
a) La sabiduría:
La tendencia a sobrevolar por encima de las cosas le aleja quizá de lo real (de
ahí una cierta esquizofrenia, aunque es un ser sano), pero le permite alcanzar
un cierto nivel de elevación que responde a su necesidad de libertad y de
ideal. Si no se pierde en la desorientación de un alma inquieta que va flotando
por la vida por no poder concretizarse lo suficiente, se encuentra liberado y
sin el lastre de todo lo que entorpece a un ser. Vive al margen de las cárceles
aprisionadoras del instinto, en dirección a un mundo suprasensible que él
puebla de imágenes, de sensaciones, de visiones. No quiere más que pertenecer y
entregarse a un destino extrapersonal hecho de desposesión, de decantación, de
purificación. Lleno de una inmensa renuncia, esta gracia o esta sabiduría lo
devuelve a la condición humana en una reconciliación del hombre con el
Universo.
b) La aventura:
Frente a la gracia hay el poder, el sueño sobrehumano, la aventura prometeica.
Este tipo vive en un clima de alta tensión y tiene una sed loca de desmedida. Inadaptado,
excéntrico, original o rebelde (no quiere ser como los demás) es ese ser
independiente, ese individualista obstinado que aspira a evitar los senderos ya
trillados, romper con las rutinas y prejuicios, olvidar las contingencias,
despreciar las convenciones, trastocar las costumbres establecidas de la moral
y la sociedad. Lo que él quiere es la novedad, el modernismo, el "último
grito". Lo que le tienta es la revolución, el record, el frenesí, la
necesidad de ir hasta los límites extremos de su poder, de llevar al infinito
los límites de lo imposible, la búsqueda de lo absoluto.
Destino: A menudo la existencia
(para este segundo tipo, sobre todo) es inestable y pintoresca, no desprovista
de sorpresas desagradables y de golpes de suerte inesperados. Lo que cuenta, en
una vida tal, es menos el resultado material, al que el ser presta a veces un
desinterés excesivo, como esa "experiencia humana" que quiere lograr.
No se trata de ser "alguien" sino "algo" al servicio de una
verdad o de una necesidad social, a menudo "progresista", como
espíritu de vanguardia, como anticipador, como revolucionario.
Con
el Sol y Luna en Acuario, Carlos V es el ejemplo mismo de la compensación de
una inferioridad psíquica por una superioridad moral. Dotado de endeble
constitución, sufrirá toda su vida de una salud delicada. No obstante, precisa su
biógrafo, José Calmette, "es notable el hecho de que esta vida corporal
tan penosa haya podido conciliarse con una de las carreras reales más y mejor
cumplidas. Existen contrastes sorprendentes entre el físico y la moral de
Carlos V. Este hecho se impone a la meditación. Ningún personaje de la Historia
ha infringido un desmentido tan perentorio al determinismo que quiere
subordinar la moral al físico y el alma al cuerpo. A despecho de su ruinosa
salud, su aspecto imponía y, sobre todo, su humor equilibrado, su serenidad,
que compensaba a los ojos de sus súbditos las deficiencias de su
temperamento"(1). Este príncipe no poseía, sin embargo, ni la mordacidad
de un Aries como Napoleón III, ni la pasión de un Tauro, como Catalina, ni la
poderosa voluntad de un Leo, como Napoleón, y mucho menos la combatividad de un
Escorpio, como Luis XI. Su sutil eficacia estribaría toda en "la agradable
manera de vivir con medida todas las cosas" como nos dice Cristina de
Pisan. Mereciendo el sobrenombre de sabio, supo rodearse de un equipo de
hombres competentes, ganárselos y utilizar sus capacidades, no temiendo confiar
su ejército al más capaz, aunque de modesto origen: Bertrand Du Guesclin. Este
rey que "reinó en provecho del pueblo y que no posee un perfil propio y
singular" no puede más que pertenecer a Acuario cuando declara basarse
siempre en el siguiente precepto de Aristóteles: "La mayoría, de la que cada
miembro no es un hombre notable, se encuentra, sinembargo, por encima de todos
los hombres superiores". En vano buscaremos en Luis XV la nota
Sol-Acuario, que borra, sin duda, su
asombrosa dominante planetaria.
ROBESPIERRE
Por
el contrario, con el Ascendente en este signo y en conjunción con Saturno,
Robespierre es el ejemplo de un Acuario idealista, que vive más a nivel de sus
principios que de la vida práctica. El hombre de la Revolución Francesa servirá
a su causa con implacable rigor, confundiéndose con los valores más
progresistas de su tiempo. Avanzadilla de la democracia política y social,
defensor de los "Derechos del Hombre", haciendo pasar la libertad
antes que el pan, jefe del Comité de Salud Pública hará prevalecer la
constitución más democrática, aportando un gran progreso instituciona: derecho
al trabajo, a la asistencia, a la instrucción, sufragio universal. iUn Acuario
prometeico!
Barbault
define a Robespierre “como el ejemplo de un Acuario idealista” (Urano, regente
del Asc en Piscis); “El hombre de la Revolución (Urano) Francesa que “sirvió a
su causa con implacable rigor” (Saturno en Piscis, conj. Asc)
(1) Joseph CALMETTE, Charles V, p. 213, A. Fayard,
1945
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