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EL SOLSTICIO DE INVIERNO, LAS SATURNALES Y LA ASTROLOGÍA ESOTÉRICA


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“El Antro de las Ninfas” es una obra escrita por el filósofo neoplatónico griego Porfirio, nacido en la ciudad fenicia de tiro, hacia 233-234 d.c. Porfirio fue discípulo de Plotino, quien junto a Amonio Saccas son los representantes más importantes del neoplatonismo.
La obra de Porfirio es un breve tratado sobre algunos versos del Canto XIII de La Odisea, de Homero, poeta heleno del siglo VIII a.C. el trabajo porfiriano nos presenta sus comentarios exegéticos sobre el significado alegórico de esos cripticos versos de la Odisea, los cuales contienen sin duda un sentido oculto, velando en ellos grandes enseñanzas morales, filosóficas, metafísicas, religiosas y espirituales sobre el universo, el hombre y su destino.
Temas de Astrología y Cultura General se complace en ofrecer este suculento y nutritivo bocado a los amantes de la astrología VERDADERA, la que tiene que ver con el destino REAL del hombre y su alma, y en la pluma de Porfirio encontrarán una explicación trascendente sobre el significado de los solsticios y las saturnales romanas. Atento el ojo y lista la capacidad de comprensión para captar entre líneas esos significados esotéricos y espirituales…

EL ANTRO DE LAS NINFAS
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Homero describe con los siguientes versos lo que quiere que se entienda por el antro de Ítaca:
“A la cabeza del puerto se alza un olivo de largas hojas. Justo al lado se encuentra un antro agradable y sombrío consagrado a las ninfas denominadas náyades, dentro hay cráteras y ánforas de piedra, donde las abejas elaboran sus panales, y también larguísimos telares de piedra en los cuales las ninfas tejen telas teñidas de púrpura de admirable visión.
Allí, además, fluyen aguas continuas y hay dos entradas: por una, al norte, bajan los hombres, por la otra, al Sur, que es más divina, no entran los hombres, y es la ruta de los inmortales.”
Odisea, Canto XIII, vers. 102-112
No fue de los relatos de los historiadores que Homero sacó lo que nos cuenta; los autores que describieron la Isla constituyen la prueba de ello, ya que ninguno de ellos menciona el antro, tal como observa Cronius. Por otro lado, si el antro fuese una ficción del poeta, sería inverosímil que esperara ser creído con la ayuda de una fábula arbitraria y urdida caprichosamente, que un hombre estableciera sobre la tierra de Ítaca rutas para los hombres y para los dioses, o que, si no es un mortal, la naturaleza hubiera trazado un camino por el que bajarían todos los hombres y otro por el que subirían todos los dioses. Pues el mundo entero está lleno de hombres y de dioses, y no estamos dispuestos a creer que por el antro de Ítaca los hombres bajen y los dioses suban.
Hechas estas observaciones, Cronius dice que, no tan sólo para los sabios, sino para todo el mundo resulta evidente que el poeta, en estos versos, se expresa de una forma alegórica y figurada, lo cual nos invita a investigar cuál es la puerta para los hombres y cuál es la de los dioses, qué significa este denominado antro de las Ninfas con su doble entrada, este antro que es a la vez agradable y sombrío, en tanto que lo sombrío, por lo común, no es agradable en absoluto, antes bien, espantoso. Además, ¿por qué Homero no dice simplemente que está dedicado a las Ninfas, sino que lo atribuye explícitamente a las Náyades? ¿Qué significan las cráteras y las ánforas en las que no se dice que se vierta brebaje alguno sino que en ellas las abejas construyen sus panales, como si fueran colmenas? Y también hay aquellos largos telares para las Ninfas, ¿por qué no son de madera u otro material, sino de piedra, como las ánforas y las cráteras?.
Ciertamente, esto resulta menos oscuro que lo anterior; mas al parecer, sobre los telares de piedra, las Ninfas tejen telas teñidas de púrpura, lo cual no sólo es maravilloso a la vista, sino también al oído. En efecto, ¿cómo se puede creer que unas diosas tejan vestidos teñidos de púrpura en telares de piedra dentro de un antro oscuro? ¿Y el color púrpura del que están teñidas? Añadamos el dato sorprendente de que el antro tiene una doble entrada, una para que bajen los hombres y otra para que suban los dioses, y que la entrada para los hombres está orientada hacia el Norte y la entrada de los dioses, al Sur. No es fácil comprender por qué razón Homero asignó el Norte a los hombres y el Sur a los dioses, en lugar del Levante y del Poniente, ya que en casi todos los templos las estatuas y las puertas están orientadas hacia el Levante y los que entran en ellos miran hacia Poniente cuando, frente a las estatuas, elevan a los dioses sus plegarias y sus peticiones.
En este relato de Homero, lleno de tales oscuridades, no se ha de ver una
fábula caprichosamente imaginada para entretener el espíritu, ni tampoco la descripción de un lugar real, sino una alegoría del poeta que también ha situado místicamente un olivo cerca de la gruta. Descubrir y explicar el sentido de todos los detalles alegó ricos de este relato constituyó una ardua tarea para los antiguos y también lo es para nosotros que, después de ellos, intentamos su interpretación.
Aquellos que consideran como una pura ficción del poeta el antro y todo lo que en él se encuentra, parecen no tener en cuenta la concordancia geográfica del relato. Los mejores y más exactos geógrafos piensan de manera distinta:
Artemidoro de Éfeso escribe en el libro V de su obra, dividida en once libros:
“Yendo de Panorma, puerto de Cefalonia, hacia Levante, a una distancia de doce estadios, se encuentra la isla de Ítaca, estrecha y elevada, de ochenta y cinco estadios de longitud; tiene un puerto llamado Forcis, y en la orilla existe un antro consagrado a las infas donde se dice que los Reacios dejaron a Ulises.”
Así pues, no sería todo una invención de Homero. Pero, tanto si el relato reproduce la realidad, como si le ha añadido algunos detalles, siguen en pie las mismas preguntas para el que investiga cuál era la intención de los hombres que consagraron el antro o la del poeta que lo habría imaginado, ya que los antiguos nunca consagraban templos sin símbolos míticos y que Homero, en tales cuestiones, no deja nada al azar. Cuanto más nos apliquemos en demostrar que todo lo referente al antro no ha sido imaginado por Homero y que el antro, ya antes del poeta, había sido dedicado a los dioses, tanto más aparecerá este lugar sagrado rebosante de antigua sabiduría. Por ello vale la pena y es necesario explicar su consagración simbólica.
Con razón antiguamente se consagraban los antros y las cavernas al mundo tomado tanto en su totalidad como en sus partes. Para ellos era una creencia tradicional el que la tierra simbolizara la materia de la que está hecho el mundo; por esto, algunos piensan que, también aquí, hemos de leer materia en lugar de tierra. Por medio de los antros, los antiguos simbolizaban el mundo compuesto de materia. En efecto: las más de las veces los antros aparecen de forma espontánea, forman un cuerpo con la tierra y están dentro de una roca uniforme, cuyo interior es hueco y cuyo exterior se abre al espacio sin límites de la tierra. También el mundo nació de una manera espontánea y, al participar de la materia se halla estrechamente ligada con ésta, designada misteriosamente como piedra y roca, ya que es tosca y se resiste a la determinación, y por ser informe, se la consideraba infinita; pero dado que es fluida y carece de la forma que determina las cosas y las vuelve visibles, se han tomado, justamente, la abundancia de aguas y la humedad de los antros, sus tinieblas y, como dice el poeta, su oscuridad, como símbolo de todo lo que se encuentra en el mundo a causa de la materia.
Por lo tanto, a causa de la materia el mundo es oscuro y tenebroso, pero gracias a la forma que se le añade y lo ordena (llamado kosμoz por esa razón), se torna hermoso y agradable. Con motivo dice que el antro es agradable, así lo es a primera vista ya que participa de las formas y después es oscuro, cuando se reflexiona sobre sus profundidades o si se penetra en espiritualmente en las mismas. Así pues, el exterior es superficialmente agradable y su interior y profundidades son oscuros. De forma parecida, los Persas durante la ceremonia de iniciación al misterio de la bajada de las almas y de su retorno llaman caverna al lugar donde se realiza la iniciación. Según Eubolo, Zoroastro, en las montañas cercanas a Persia, consagró en honor a Mithra, creador y padre de todas las cosas, un antro natural regado por manantiales y cubierto de flores y follaje. Ese antro representaba la forma del mundo creado por Mithra y las cosas que en él se encontraban, dispuestas a intervalos regulares, simbolizaban los elementos cósmicos y los climas. Después de Zoroastro, se mantuvo la costumbre de realizar las ceremonias de iniciación en antros y cavernas naturales o hechos por mano del hombre; pues de la misma manera que se consagraban templos, santuarios y altares a los dioses olímpicos, columnas a los dioses terrestres y a los héroes y cavidades a los dioses subterráneos, al mundo se consagraban antros y cavernas, así como a las Ninfas por causa de las aguas que caen, gota a gota y que brotan del interior de los antros, ya que las presiden las Náyades, como veremos más adelante.
No se consideraba al antro como un símbolo tan sólo del mundo sensible, según acabo de decir, sino también de todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, ya que los antros son oscuros y la esencia de dichas fuerzas es misteriosa. Así como Saturno se habilita un antro en el Océano donde ocultar a sus hijos, Ceres cría a Proserpina en un antro rodeado de Ninfas. Encontraríamos otros muchos ejemplos análogos si hojeamos los escritos de los teólogos.
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Que los antros estaban consagrados a las Ninfas y particularmente a las Náyades que viven cerca de las fuentes y cuyos nombres provienen de los nombres de las aguas donde nacen, eso nos lo indica el Himno a Apolo, cuando dice:
“Para ti los manantiales de las aguas espirituales fluyen perpetuamente en los antros. nutridas por el soplo de la tierra, para los Oráculos divinos de las Musas; y sobre la tierra, fluyendo por doquier, ofrecen a los mortales, de sus dulces aguas, sus continuas efusiones.”
Me parece que fue inspirándose en estas creencias que los Pitagóricos y más tarde Platón, otorgaron el nombre de antro o caverna al mundo. En Empédocles, las fuerzas conductoras de las almas claman:
“Hemos llegado al antro escondido.”
Y en el libro VII de la República de Platón, está escrito:
“He aquí a los hombres como en un subterráneo, y en una morada parecida a una caverna, con una entrada tan ancha como toda ella y orientada hacia el lado de la luz”, -y el interlocutor responde: “te sirves de una absurda comparación” a lo que él replica: “Es necesario, mi querido Glauco, que la conforme de acuerdo con lo que antes hemos dicho. La morada que tenemos ante los ojos se parece a una prisión y el fuego que brilla en ella tiene la fuerza del Sol”.
Esto prueba que los teólogos consideraron a los antros como símbolo del mundo y de las fuerzas que contiene pero, y también lo he observado antes, también los han considerado un símbolo de la esencia inteligible por diversas razones: los antros representan el mundo sensible porque son oscuros, rocosos y húmedos y que el mundo, debido a la materia del que está compuesto, es fluido y reacio a la determinación. Asimismo, también simbolizan el mundo inteligible porque la esencia es invisible, permanente y fija. De igual forma las fuerzas particulares son oscuras para los sentidos, sobre todo cuando están unidas a la materia. Dado que se consideran naturales, sombríos como la noche y hundidos en la piedra, se ha hecho de los antros un símbolo y no a causa de su forma como algunos han pretendido; en efecto, no todos los antros son esféricos, como el antro de Homero con sus dos puertas.
Al ser doble, el antro no representaba solamente la esencia inteligible, sino también la naturaleza sensible y el que ahora estamos examinando, dado que posee aguas inextinguibles, no simboliza la esencia inteligible, sino la esencia unida a la materia. Por esta razón, no está consagrado a las Ninfas Orestíades (de las montañas), ni a las Ninfas Acreanas (de las cumbres), sino a las Náyades, cuyo nombre procede de las fuentes. Damos el nombre de Náyades a las Ninfas que presiden las fuerzas acuáticas, pero también se otorgaba este nombre a todas las almas que bajaban a la generación. Se creía que las almas permanecen cerca del agua visitada por el soplo divino, como dice Numenio explicando así estas palabras del profeta:
El espíritu de Dios se encontraba sobre las aguas”.
Por esta razón, los Egipcios no ubicaban a los démones sobre un elemento sólido y estable, sino encima de un navío, incluso el Sol y todos los que, en una palabra, deben amparar el vuelo, sobre el elemento húmedo, de las almas que descienden a la generación. De ahí la frase de Heráclito:
Para las almas, tornarse húmedas no es morir, sino una dicha, pues para ellas es una dicha caer en la generación”.
Y en otro lugar afirma:
Vivir, para ellas, es morir, y a lo que llamamos muerte, para ellas es la vida”.
También el poeta denomina dierouz, esto es, “frescos”, a los hombres que viven en el mundo de la generación, ya que tienen almas húmedas. En efecto, estas almas aman la sangre y el semen humano, y el agua sirve de alimento a las plantas. Hay quienes afirman que los habitantes del aire y del cielo se nutren de los vapores emanados de las fuentes y de los ríos, así como de otras exhalaciones.
Los filósofos del Pórtico creían que el Sol obtenía su alimento de las exhalaciones del mar; la Luna, de los vapores de las fuentes y ríos y los astros, de aquellas de la tierra. Por tanto y necesariamente, las almas son corpóreas o incorpóreas y atraen a los cuerpos y, sobre todo, las que han de unirse a la sangre y a un cuerpo húmedo, se inclinan por el principio húmedo y se encarnan cargadas de humedad. Por ello se evocan las almas de los muertos por medio de libaciones de bilis y de sangre y las almas amigas del cuerpo atraen hacia si el soplo húmedo y lo condensan como una nube. Pues el agua, al condensarse en vapor, produce nubes, las almas se tornan visibles al condensarse el soplo en ellas a causa del exceso de humedad. De este tipo son aquellas cuyo soplo está maculado y que aparecen a los hombres en forma de espectros. Dice Heráclito:
El alma seca es la más sabia”.
Por esta misma razón el deseo del coito humedece el soplo, mojándolo, ya que el alma que se inclina a la generación atrae el vapor húmedo.
Por tanto, las Náyades son las almas que se dirigen hacia la generación.
También existe la costumbre de llamar Ninfas a las chicas jóvenes que se casan, ya que se unen con vistas a la generación, y de bañarlas con agua de fuentes, arroyos y manantiales inagotables. Por otra parte, para las almas llegadas a la perfección de su naturaleza y para los démones generadores, el mundo es sagrado y agradable, aunque oscuro y tenebroso por naturaleza. Esto nos inclina a pensar que estas almas son aéreas y que sacan del aire su sustancia. Así, el santuario que mejor convenía en la tierra sería un antro agradable y oscuro a imagen del mundo, en el que, como en un gran templo, estarían las almas. A las Ninfas que presiden las aguas también les conviene un antro en el que fluyan aguas continuas.
Por consiguiente, hay que atribuir el antro del que estamos tratando a las
almas, y entre las potencias particulares, a las Ninfas. De entre estas, las que cuidan los manantiales (naμa) y las fuentes (phgh), son llamadas Náyades y Pegeas; y ¿de qué símbolos disponemos para que unos convengan a las almas y los otros a las potencias de las aguas, si consideramos que el antro está consagrado tanto a las almas como a las Ninfas? No hay duda de que las cráteras y las ánforas simbolizan a las Ninfas Hidríades. Ya que las ánforas y las cráteras, al estar hechas de arcilla, esto es, de barro cocido, son símbolos de Baco. Por tanto y en este caso, convienen al dios de la vid, ya que el fruto de la vid es madurado por el fuego celeste.
Pero las cráteras y las ánforas de piedra convienen perfectamente con las Ninfas que presiden las aguas que brotan de la piedra. ¿Qué símbolo convendría mejor que los telares con las almas que descienden a la generación y a la producción de los cuerpos? Esta es la razón por la que el poeta osa decir que en estos telares las Ninfas “Tejen telas teñidas de púrpura de admirable visión”.
Ya que en los huesos y alrededor de los huesos se forma la carne. Son la piedra del cuerpo de los animales a causa de su gran parecido con tal elemento. Por esto se dice que los telares son de piedra y no de otra materia. Las telas de púrpura serían la carne, hecha de sangre. Ya que el vellón de púrpura y el de la lana se tiñen con sangre de animales y la carne proviene de la sangre y se compone a partir de ella. El cuerpo es el vestido del alma: es un maravilloso espectáculo, tanto si se considera su composición como su unión con el alma. Así, Proserpina, que cuida todo lo que nace de una simiente es representada por Orfeo tejiendo una tela, y los antiguos comparaban el cielo a un peplo, porque envuelve a los dioses celestiales.
Pero, ¿por qué las ánforas no están llenas de agua, sino de miel? Pues
Homero dice:
Las abejas construían sus panales
tiqaibwsseines claramente tiqenai thn bosin, que significa “depositar el alimento”, mientras que las abejas comen y beben miel. Los teólogos utilizaron la miel para simbolizar muchas cosas. La miel posee, en efecto, un gran número de propiedades: purifica y conserva, gracias a ella muchas cosas permanecen incorruptibles y se curan viejas heridas, es dulce al paladar y se extrae de las flores gracias a las abejas que, a veces, nacen de los bueyes. Y también, cuando se vierte miel en lugar de agua sobre las manos de quienes se inician en los misterios leónicos a fin de lavarlas, se les prescribe que conserven puras sus manos de toda acción sucia, maléfica o infame, y se ofrecen a los Mistas estas efusiones porque el fuego purifica, desechándose el agua por oponerse a la acción del fuego. Por otra parte, la miel purifica la lengua de todo error.
Al ofrecer miel al Persa guardián de las cosechas, se simboliza su función de guardián. Por esto algunos han tomado por miel el néctar y la ambrosía que el poeta vierte, gota a gota, en las fosas nasales de los muertos a fin de impedir su descomposición, pues la miel es el alimento de los dioses. Por esta misma razón, en algunos lugares, llaman “rojizo” al néctar, por ser este color semejante al de la miel. Pero ya estudiaremos en otra parte y con más detalle si hemos de entender la miel en el sentido de néctar. Por lo demás, en Orfeo, Júpiter pone una trampa a Saturno utilizando la miel; éste, después de hartarse de miel, se queda ebrio y mareado como si hubiera bebido vino y se duerme; en Platón, lo mismo le sucede a Poros después de beber mucho néctar. Así es cómo, en Orfeo, la noche aconseja a Júpiter este ardid valiéndose de la miel: “Cuando le veas bajo los robles de grande y frondosa copa, ebrio de las obras de las abejas de sonoro zumbido, encadénalo”.
Tal es la ventura de Saturno: hallarse atado y castrado como Urano. Con esto el poeta teólogo nos da a entender que la voluptuosidad encadena las potencias divinas y las hace descender a la generación y que estas, enervadas, pierden parte de sus fuerzas en el placer; por eso cuando Urano, empujado por el deseo del coito, baja a la tierra, es castrado por Saturno. Para los teólogos, la dulzura de la miel que seduce a Saturno y facilita que sea castrado no es otra cosa que el placer del coito. Saturno, el primero de los que se enfrentaron a Urano, también es una esfera celeste y determinadas fuerzas descienden del cielo y otras de los planetas. Saturno recoge las que provienen del cielo y Júpiter las que provienen de los planetas.

La miel, de la que se cree que purifica, preserva de la corrupción y excita a la generación por el atractivo de los placeres, con razón se ha considerado un símbolo de las Ninfas Hidríades, ya que las aguas que estas presiden son incorruptibles, purificadoras y ayudan a la generación. Pues el agua ayuda a la generación. Por esta razón, las abejas construyen sus panales en cráteras y ánforas. Las cráteras simbolizan los manantiales (justamente, al lado de la imagen de Mithra, se halla una crátera dispuesta como un manantial) y las ánforas representan los recipientes con los que sacamos el agua de los manantiales.
Los manantiales y las fuentes convienen a las Ninfas Hidríades y de modo particular a las almas-ninfas, a las que la antigüedad llamó con justeza “abejas”, por ser estas obreras de placer. También Sófocles dijo, con precisión, de las almas:
“El enjambre de los muertos zumba y se eleva”

Los antiguos también atribuían el nombre de abejas a las sacerdotisas de Ceres, en tanto que encargadas de iniciar en los misterios de la diosa subterránea y se decía que Koré era dulce como la miel. También llamaban abeja a la luna que preside la generación, que se conoce con el nombre de Toro, pues el signo de Tauro es el punto de exaltación de la Luna y como las abejas nacen de los bueyes, se llama “nacida de los bueyes” al alma que va hacia la generación y
“ladrón de bueyes” al dios que conoce los secretos de la generación. La miel también era símbolo de la muerte (por esa razón se ofrecían libaciones de miel a los dioses subterráneos) y la hiel, símbolo de la vida, ya fuere para significar que la vida del alma perece por la voluptuosidad y renace por la amargura (de ahí que se ofrezca hiel a los dioses), ya sea para dar a entender que la muerte libera del dolor y que esta vida es penosa y amarga.

Sin embargo, no se llama abejas a todas las almas que acuden a la generación, sino tan sólo a aquellas que vivirán de acuerdo a la Justicia para volver después a su lugar de origen, después de haber realizado obras agradables a los dioses, ya que la abeja gusta de volver a su punto de partida, siendo un animal justo y sobrio. También se llaman sobrias a las libaciones con miel.
Además, las abejas nunca se posan sobre las habas, a las que se consideraba símbolo de la generación rectilínea y rígida, ya que casi son las únicas totalmente huecas de entre todo lo que se siembra, sin que estén interceptadas por membranas entre los nudos. Por tanto, los panales de miel y las abejas eran símbolos propios y comunes a las Ninfas Hidríades y a las almas que, al igual que las recién casadas, tienen por objetivo la generación.

Así, en la antigüedad, antes de que se inventaran los templos, se consagraban los antros y cavernas a los dioses. En Creta los había consagrados a Júpiter por los Curetes, a la Luna y a Pan Liciano en Arcadia, a Baco en Naxos y allí donde Mithra era conocido, se conciliaban con él dedicándole una caverna. Homero no se contentó con decir que la gruta de Ítaca tenía dos puertas, sino que precisó que una estaba orientada hacia el Norte y la otra, más divina, hacia el Sur y que se creía que se descendía por la puerta del Norte, pero no se indicó si se podía descender por la puerta del Sur, únicamente dice:
“Por ella no entran los hombres, es la ruta de los inmortales”.
Por tanto, ahora conviene investigar ya sea el propósito de los que consagraban el antro, caso de que el poeta describa un lugar real, ya sea el misterioso significado del relato de Homero, si es que fuera imaginario. El antro era considerado imagen y símbolo del mundo. Numenio y su amigo Cronio dicen que en el cielo hay dos puntos extremos, uno en la parte más meridional del cielo, está en el Trópico de Invierno y otro en la parte más septentrional del cielo, está en el Trópico de Verano. El punto estival se encuentra en el signo de Cáncer, el punto invernal en el signo de Capricornio; como el signo de Cáncer es, con respecto a nosotros, el más cercano a la tierra, se atribuye a la Luna, astro más cercano a nosotros, mientras que al ser invisible el polo meridional, Capricornio se atribuye a Saturno, el más alejado y alto de los planetas.

Los signos del Zodíaco desde Cáncer a Capricornio están dispuestos en el siguiente orden: primero Leo, domicilio del Sol, después Virgo, domicilio de Mercurio, Libra, domicilio de Venus, Escorpión, domicilio de Marte, Sagitario, domicilio de Júpiter y Capricornio, domicilio de Saturno. A partir de éste y en sentido inverso: Acuario, domicilio de Saturno, Piscis, domicilio de Júpiter, Aries, domicilio de Marte, Tauro, domicilio de Venus, Géminis, domicilio de Mercurio y Cáncer, domicilio de la Luna. También los teólogos establecieron que Cáncer y Capricornio son las dos puertas del Cielo. Platón los llamaba “las dos aberturas”. Se dice que Cáncer es la puerta por la que bajan las almas y Capricornio por la que vuelven a ascender. Cáncer está al Norte y favorece el descenso, Capricornio está al Sur y favorece la ascensión, ya que las regiones septentrionales convienen a las almas que descienden a la generación. 
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En el relato de Homero, con razón se asigna al descenso de los hombres la abertura del antro que se encuentra al Norte y no se atribuyen a los dioses las regiones del Sur, sino a aquellos que se elevan hacia los dioses. Por tal razón, el poeta no dice: “el camino de los dioses”, sino el de los inmortales, expresión conveniente a las almas, que por si mismas o por esencia son inmortales. Se dice que Parménides, en su Física, mencionaba estas dos puertas y que su recuerdo subsiste entre los Romanos y los Egipcios, pues los Romanos, cuando el Sol se acerca a Capricornio, celebran las Saturnales, festividad durante la cual los esclavos (en el mundo de la materia y la generación)* se visten con los hábitos de los hombres libres (libres de las ataduras de la materia y la generación)*, siendo tan iguales unos como otros. Con esto el Legislador quiso dar a entender que, cerca de esta puerta del Cielo, aquellos que son esclavos de nacimiento son liberados por la fiesta de Saturno, que resucitan y vuelven al manantial de la generación. Después, la ruta que parte de Capricornio los retorna a su condición primera. Los Romanos, al llamar a la puerta Janua, otorgaron el nombre Januarius, esto es, mes de la puerta, al mes en que el Sol vuelve de Capricornio del lado del Este para dirigirse a las regiones del Norte (1).
para los Egipcios, no es Acuario el signo con el que comienza el año, sino Cáncer, ya que cerca de Cáncer se encuentra la estrella Sothis, llamada estrella del perro por los Griegos. Para ellos, el primer día de este mes viene señalado por la salida de Sothis, que es el principio de la generación en el mundo. Por tal razón, Homero no ha establecido ninguna puerta a Levante o Poniente ni en los equinoccios, es decir, en Aries o Libra, sino al Sur y al Norte; al Sur las aberturas más meridionales y las más septentrionales, al Norte; pues este antro estaba consagrado a las almas y a las Ninfas Hidríades y estos lugares convienen al nacimiento y muerte de las almas. En cuanto a Mithra, se establece su posición cerca de los equinoccios, sostiene la espada de Aries, signo de Marte y descansa sobre Tauro, signo de Venus. En efecto, al igual que Tauro, Mithra es el creador del mundo y el maestro de la generación. Se encuentra sobre el círculo del equinoccio, tiene a su diestra las regiones septentrionales y a su siniestra las regiones meridionales; el hemisferio austral se extiende hasta él desde el lado de Noto, pues este viento es caliente, y el hemisferio boreal, desde el lado de Bóreas, porque el viento Bóreas es frío.

Con razón se vinculaban los vientos a las almas que van a la generación y que vuelven de ella, pues tal como algunos creen, las almas atraen el soplo y de este modo poseen una esencia espiritual. El Bóreas es el viento de las almas que se dirigen hacia la generación, por esto su soplo violento reanima a los moribundos que respiran con dificultad, contrariamente al soplo del Noto, que los debilita. En efecto, el primero, al ser muy frío, los afianza y mantiene en el frío de la generación terrestre mientras el segundo, muy caliente, los disuelve y devuelve al calor divino. Como la tierra que habitamos es muy septentrional, necesariamente las almas que nacen en ella están relacionadas con el Bóreas y las que la abandonan, con el Noto. Por esta razón, el Bóreas es violento cuando empieza a soplar, como sucede con el Noto cuando empieza a amainar; pues el primero alcanza directamente a los habitantes del Norte mientras el segundo se encuentra a mucha distancia, y al soplar de lejos, es más lento, pero al acumularse sus torbellinos, finalmente aumenta. 
Al dirigirse las almas a la generación por la puerta del Norte, se creía que el Bóreas estaba enamorado. Se decía:
“Metamorfoseado en caballo de negras crines se acostó con ellas y, fecundadas, parieron doce potros”.
También se cuenta que raptó a Oritía, la cual engendró a Zetes y a Calais. Pero al atribuir el Sur a los dioses, se cierran los velos en los templos al mediodía, con lo  cual se observa el precepto homérico que prohíbe a los hombres entrar en el templo cuando el Sol está en el Sur:
“Es la ruta de los inmortales”.
 Por tanto, se consideró al Noto como un símbolo del mediodía, ya que este dios se encuentra al mediodía en la puerta del Sur. Por esto, incluso en otras puertas y a cualquier hora no estaba permitido hablar, pues un umbral es una cosa sagrada. Por ello, los pitagóricos y los sabios de Egipto prohibían que se hablara al pasar por las puertas de las ciudades o de las casas, honrando por medio del silencio al dios en que se encuentra el principio de todas las cosas. Homero sabía que las puertas son sagradas; es lo que nos da a entender Eneas al llamar a la puerta como lo haría un suplicante:
“Llamando a las puertas bien ajustadas, suplicando a su hijo”.
También conoció las puertas del cielo, guardadas por las Horas, que tienen su origen en las regiones nebulosas y que se abren y se cierran por las nubes:
“Ya sea que aparten o extiendan una espesa nube”.
Dicen que braman porque el trueno es producido por las nubes:
“Por si mismas rugen las puertas del cielo, guardadas por las Horas”.
A su vez, en algunos pasajes, habla de las puertas del Sol, aludiendo a Cáncer y Capricornio, ya que el Sol avanza hasta llegar a ellos cuando desciende del Norte al Sur y desde ahí se dirige de nuevo hacia el Norte. Cáncer y Capricornio se encuentran cerca de la Vía Láctea y ocupan sus extremos, Cáncer al Norte y Capricornio al Sur. Según Pitágoras, el pueblo de los Sueños no es otra cosa que las almas que se alimentan de leche cuando caen en la generación. Por esto los que desean evocar a las almas ofrecen como libación una mezcla de leche y miel pues, atraídas por la voluptuosidad, desean ir a la generación y en el momento en que nacen, aflora la leche.
Además, las regiones meridionales producen cuerpos de tamaño reducido ya que el calor, normalmente, seca los cuerpos de lo cual se sigue que adelgazan y empequeñecen; por el contrario, en las regiones septentrionales todos los cuerpos son grandes: los Celtas, los Tracios y los Escitas son una prueba de ello. Su tierra también es muy húmeda y abundante en pastos. El mismo nombre Bóreas proviene de “alimento”, ya que bora significa alimento y el viento que sopla desde esa tierra nutricia, al ser muy nutritivo, ha venido en llamarse Bóreas.
Por estas razones, las regiones boreales convienen a la raza mortal, sometida a la generación, y las del Sur a la raza más divina, como el Oriente conviene a los dioses y el Occidente a los démones. Ya que la naturaleza comienza por la heterogeneidad, en todas partes se le ha asignado como símbolo todo aquello que es doble. Así, el viaje se realiza por el mundo inteligible o por el mundo sensible:
en el mundo sensible por la esfera fija o por las esferas de los planetas y, además, por la ruta inmortal o por la ruta mortal. Uno de los puntos cardinales se encuentra por encima de la tierra y el otro por debajo; uno a Oriente y el otro a Occidente; existe la derecha y existe la izquierda; están la noche y el día. Así la armonía está compuesta de oposiciones y se verifica por medio de los contrarios.
También Platón menciona dos aberturas: por una se sube al cielo y por la otra se baja a la tierra, y los teólogos hicieron del Sol y de la Luna, las puertas de las almas. Suben por la puerta del Sol y descienden por la puerta de la Luna.
Asimismo son los dos toneles, de los cuales uno contiene los males que Júpiter envía y el otro, los bienes.
También es un tonel lo que en el Gorgias de Platón representa al alma, hay un alma bienhechora o razonable y otra malhechora o no razonable. Las almas se comparan con toneles pues contienen determinadas potencias y costumbres. En Hesíodo también podemos ver un tonel cerrado y otro abierto por la voluptuosidad, derramando todo su contenido excepto la esperanza. En efecto, cuando el alma corrompida y dispersa en la materia se aparta de su orden, sólo se sostiene con buenas esperanzas.
Dado que en todas partes lo que es doble simboliza la naturaleza, con razón el antro no tiene una sino dos entradas cuya función no es la misma, pues una está reservada a los dioses y a los hombres de bien y la otra a los mortales y a los malvados. Platón, inducido sin duda por estas reflexiones, también habla de cráteras, en lugar de ánforas habla de toneles y según hemos indicado, dos aberturas en lugar de dos puertas. Por su parte, Ferécides de Syros habla de retiros, agujeros, antros, puertas y entradas, dando a entender con todo ello la generación de las almas y su salida de la vida. No alargaremos más este tratado introduciendo las opiniones de los viejos filósofos y teólogos, pues creemos haber explicado lo suficiente con respecto al significado del relato homérico.
Aún nos queda examinar lo que significa el símbolo del olivo que crece al
lado del antro. Indiscutiblemente su significado es importante, pues el poeta no dice únicamente que crece allí, sino que se encuentra a la cabeza del puerto:
“A la cabeza del puerto se alza un olivo de largas hojas. Justo al lado se encuentra un antro…”
No es casual, para nada, el que este olivo crezca en tal lugar: contiene el significado misterioso del antro. El mundo no nace por azar o de cualquier manera, sino que es obra de la sabiduría divina y de la naturaleza inteligente, por esta razón, cerca del antro imagen del mundo, está plantado el olivo, que es un símbolo de la sabiduría divina. El olivo es el árbol de Minerva y Minerva es la sabiduría. Dado que nació de la cabeza de Júpiter, el poeta teólogo razonó que la cabeza del puerto era el lugar más conveniente para dedicar al olivo; así se da a entender que este universo no es el producto de un movimiento ciego nacido de un azar irracional, sino la obra consumada de la naturaleza inteligente y de una sabiduría diferente a él, pero tan cercana que se encuentra en la cabeza del puerto universal.
El olivo tiene la propiedad de permanecer siempre verde y eso conviene perfectamente con los cambios que experimentan las almas en este mundo, a las que se consagran los antros pues en verano la parte blanca de las hojas está en el envés y en invierno se sitúa debajo y se torna más blanca todavía. Por esto, en las plegarias y súplicas, se tienden ramas de olivo; los suplicantes auguran de este modo que la oscuridad propia de los peligros se transformará en blanca luz.
Además, el olivo siempre verde produce un fruto que ayuda a la realización de los trabajos. Está consagrado a Minerva, procura coronas a los atletas victoriosos y ramas a los suplicantes. También el mundo está gobernado y es conducido por la eterna sabiduría, de naturaleza inteligente, eternamente joven, que otorga a los atletas de la vida el precio de su victoria y el remedio para sus múltiples penas.
Así, el que ha creado el mundo y lo conserva, es también quien reconforta a los desgraciados y a los suplicantes.
este antro, dice Homero, hay que desprenderse de todos los bienes del exterior, desnudarse, tener el aspecto de un mendigo, afligir el cuerpo, rechazar todo lo superfluo, dejar de lado incluso a los sentidos y sólo entonces, deliberar con Minerva, sentado con ella al pie del olivo, con objeto de conocer el modo de suprimir todas las pasiones que tienden trampas al alma. A mi entender, muy justificadamente Numenio pretende que en la Odisea, Homero representa por medio de Ulises, al hombre que pasa por todos los grados sucesivos de la generación y así llega a un país de extranjeros que desconocen el mar y todas sus tempestades.
“Hasta que llegues al país de unos hombres que no conocen el mar y comen un alimento desprovisto de sal”.
También para Platón, las aguas, el mar y la tempestad representan la composición de la materia. He aquí, a mi entender, por qué Homero otorga el nombre de Forcis al puerto:
“Allí se encuentra un puerto, de Forcis, anciano del mar”.
Al comienzo de la Odisea, se encuentra la genealogía de la hija de Forcis, Toosa, madre del Cíclope al que Ulises cegó para que guardase en su patria algún recuerdo de sus faltas. Por otra parte, era preciso que Ulises se sentara bajo el olivo como suplicante del dios y para apaciguar al démon que preside su nacimiento con la ofrenda de una rama, pues no le estaba permitido ausentarse simplemente de la vida sensible después de habérsela cegado e intentar destruirla en un instante. Por atreverse a tales cosas, le perseguían la cólera de los dioses del mar y de la materia. Tenía que empezar por apaciguarles con sacrificios, miserias de mendigo y obras de paciencia, unas veces combatir estas pasiones, otras, metamorfosearse por completo merced a astucias de mago para poder recuperarlo todo, después de haber sido despojado de sus harapos. Pero ni tan sólo entonces se verá libre de su miseria, no lo será hasta el día en que, habiendo escapado del mar, se haya vuelto ignorante de las cosas marinas y de los trabajos materiales, hasta el punto de confundir una rama con una pala de cribar: tan absoluta será su ignorancia de los instrumentos y obras de la mar.
No hemos de creer que tales interpretaciones son forzadas, ni ver en ellas tan sólo unas hipótesis elaboradas espíritus sutiles, sino que debemos considerar la sabiduría antigua, cuáles eran las razones de Homero y cuánto destacó su virtud. Si lo hacemos así, no se podrá negar que por medio de una fábula ha representado misteriosamente cosas divinas. No podía imaginar con éxito una ficción completa sin tomar de la verdad algunos rasgos. Pero dejemos para más adelante el tratar por entero esta cuestión y detengamos aquí nuestra interpretación sobre el antro de las Ninfas.

 NOTAS MÍAS:
*interpolación mía.
(1) a propósito de esa elevación, de esa ascensión por las puertas de Capricornio, un arquetipo de la iniciación es la montaña, un conocido símbolo Capricorniano. Dice Mircea Eliade, ese gran historiador de las religiones: “la subida de montañas o escaleras, el subir volando por la atmósfera, significan siempre trascender la condición humana y penetrar en niveles cósmicos superiores.
El mismo Moisés tuvo que subir a la cima de la montaña (el Sinaí) de la iniciación parea recibir del propio Yahvé, el demiurgo, el gran arquitecto del mundo material, es decir, de Saturno, los diez (10, símbolo fálico) mandamientos, escritos en 2 tablas de piedra (es decir, escritos en la propia estructura anatómica del hombre y la mujer). Esta es la Torah, que contiene la Ley de la Semilla, de ZERA (en hebreo), el CERO, Ain, Bindu, el punto infinito; de donde ROTA, la rueda del Samsara hindú, o el arcano 10 del TARO, libro que contiene simbólicamente esa ‘Ley de la Semilla’, e indica el proceso iniciático para trabajar en esa esfera cabalística de Yesod, la ROCA, el FUNDAMENTO del ‘templo de Salomón’, asi que debemos ser peritos CONSTRUCTORES, y el Maestro es Saturno….

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