SOBRE EL ORIGEN DE LA ASTROLOGÍA
En cuanto al origen de los conocimientos astrológicos, sólo puedo asegurar que
difícilmente será posible averiguarlo con plena exactitud. Si la tradición lo busca
en una manifestación divina, esto es razonablemente comprensible en el sentido
de que la intuición humana -verdadero ojo divino situado en nuestro interiorha
sido la que ha descubierto los primeros hechos de la ciencia astrológica y que
la astrosofía -filosofía "esotérica" y profunda de estos conocimientos- ha
coordinado el nuevo saber con la visión del mundo resultante de los
conocimientos objetivos de la época. La astrología así concebida fue realmente
una integrante de la "ciencia sagrada", cuya luz, partiendo de los santuarios,
extendía su brillo en el florecimiento de la cultura sumero-akkádica, hasta
India, Tibet y Egipto. Para los iniciados en los Misterios, la astrología -con su
base material astronómica y su reducción esotérica a la causa de todo acaecer en
el universo, a Dios-,unida a la astronomía, constituían un conjunto indivisible.
Tanto los conocimientos reales como el esoterismo de la astrología fueron
ampliados en vasta escala por los caldeos, pueblo eminentemente talentoso para
las observaciones sistemáticas. Sin embargo, de las teorías astrológicas de los
caldeos no se nos han transmitido sino tradiciones desfiguradas por la
vulgarización, defectuosas y carentes de razonamiento astrosófico y esotérico.
Lo que se presenta hoy día bajo el títul'o de "esoterismo de la astrología" no es
igual a la desaparecida ciencia sagrada, sino que ha sido reproducido en tiempos
recientes por analogía con las doctrinas esotéricas de ciencias tan antiguas como
la alquimia y la magia. Esto, de ninguna manera implica que sea falso; con tal
que no se lo amalgame indisolublemente con doctrinas recién importadas de
Oriente, muy mal entendidas por los europeos, es muy probable que en sus
rasgos esenciales esté conforme con aquel primitivo esoterismo. Esto es lo que
garantiza la analogía, ese excelente método casi totalmente perdido para el
pensamiento moderno.
El primero que reumo los fragmentos de astrología provenientes de los caldeos y
los arregló de un modo sistemático, fue el astrónomo y astrólogo Ptolomeo.
Pertenece al siglo III D. de C. y es conocido por el sistema geocéntrico del
mundo que lleva su nombre y fue refutado más tarde por Copérnico. Selva
recalca que desde Ptolomeo hasta Morin de Villefranche –hombre del siglo XVII
que actuó en el College de France (Colegio de Francia) como profesor en
ciencias médicas, astronómicas y astrológicas--, la astrología de Occidente vivía
del “Centiloquium” y el “Quadripartitum”, las dos obras principales de
Ptolomeo, que constantemente eran copiadas, comentadas, citadas y
reinterpretadas. Este estado de cosas se mantenía inalterable, con la sola
inclusión de la obra "standard" de Morin, la Astrologia Gallica, veintiséis tomos
en los que fueron expuestos por primera vez de modo verdaderamente
sistemático los fundamentos de la astrología. Aún en nuestros días, casi todos
los astrólogos se adhieren sin crítica a los dogmas ptolomeicos, como lo
confirma un discurso pronunciado en el verano de 1921 por el presidente de la
Sociedad Astrológica Británica y publicado en el "British Joumal of Astrology".
En cambio, pese a su profundidad y claridad, pese a su juicio sagaz y a su
método sin igual, Morin ha permanecido desconocido o pasado por alto, y la
influencia de sus teorías no aparece sino en algunos escritos de astrólogos
franceses, por lo que entiendo que es mi deber contribuir a la comprensión
general de la sobresaliente labor de dicho maestro. Lamento que dentro de los
límites impuestos por este trabajo, no
pueda analizar mayores detalles históricos ni pasar lista de los nombres de
tantos grandes espíritus que en diversos países y épocas se han ocupado de la
astrología. Sin embargo, quizás resulte preferible prescindir de tal menester
prolijo y erudito, en atención, precisamente, a la siguiente manifestación de
Morin, que es válida más allá de su época:
"En el orden natural de las cosas las afirmaciones no han de juzgarse según el
peso de la autoridad de un nombre, sino únicamente según sus argumentos
inherentes".
Más que los argumentos teóricos valen en astrología los resultados prácticos.
Adolph Weiss, Astrología Racional
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