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EL ZEN Y EL CONTROL DE LA MENTE Y LOS SENTIDOS


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El Zen es una práctica de meditación para lograr la iluminación búdica (satori), surgida de una escuela del budismo Japonés, el Kegón. Tiene su origen en el Mahayana (gran vehículo), una de las tres ramas en que se divide el budismo. Las otras son la theravada y el vajrayana, el budismo tántrico. La práctica de la meditación pasó primero de La India a China de la mano de Bodhidharma, un monje hindú. En China esta práctica recibió el nombre de Ch'an, ‘meditación’, y luego de allí se extendió al Japón, donde recibió el nombre de Zen. La palabra Ch'an tiene su origen etimológico en el término dhyanaMEDITACIÓN. 
El dhyana es homologado con el Zazen, que describe la postura de ‘sentado’ que se adopta en esta práctica. 
Ya en los sutras Mahayanas (1) se prescribe el dhyana como método para lograr la iluminación (satori en Zen) y el nirvana.
En el Zen el proceso de desarrollo espiritual va acompañado del uso por parte del maestro de problemas sin aparente lógica o sentido que se proponen al discípulo para que que éste los resuelva. Adoptan la forma de acertijos o enigmas (aunque en realidad no lo son), los asi llamados koans, cuyo propósito es crear en la psiquis un impacto que produzca el despertar de la conciencia mediante la desconexión de la mente racional.
A continuación presentamos una bella historia Zen que nos deja invaluable enseñanza sobre el control de la mente y los sentidos. El Zen es cien por cien práctico, y ojalá se le saque todo el provecho posible..

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LI CHING Y EL MAESTRO CHU WEI.
Chu Wei era un falso maestro lleno de orgullo, soberbia y vanidad que presumia poseer la sabiduría e iluminación de los grandes budas. En el templo había un joven monje, Li Ching, humilde y sencillo, pero sabio a pesar de su corta edad. Li Ching era sincero en el camino emprendido y cumplia escrupulósamente con sus deberes y obligaciones, destacándose por su humildad, mansedumbre y gran dedicación a la meditación. Bien pronto fijó sus ojos chu wei en Li y comenzó a sentir envidia y rencor hacia él por sus grandes cualidades. A la par que Li Ching progresaba en el camino de la iluminación, asimismo crecía el odio y encono de Chu Wei por él. No escatimaba ocasión de fastidiarle y molestarle, exigiéndole pruebas del grado de dominio y conocimiento alcanzado, pero a pesar de ello Li Ching mantenía una calma inalterable. Se volvió tan obsesivo y compulsivo en su inquina, que espiaba permanentemente los movimientos del joven novicio. Un día se encontraba Li sentado en meditación a la orilla del lago llamado de la grulla celestial, afuera del templo. Aprovechando la soledad y placidez de aquella tranquila mañana, vio entonces Chu llegada su oportunidad para atacar con más furor a Li Ching, buscando una reacción de éste que echáse por tierra los logros y méritos espirituales alcanzados. Se acercó hasta donde estaba Li en postura búdica, y comenzó una infame sesión de agravios e insultos en su contra; se solazaba en denigrar de su ineptitud, capacidades y sabiduría; largos momentos gastó Chu Wei derramando palabras hirientes, maldiciones y feos juramentos contra Li, mientras éste permanecía impasible sumido en estado de serenidad imperturbable. Pasaba el tiempo y así continuaba Chu arrojando su veneno ponzoñoso contra el monje, sin darse cuenta que sus insultos, sus palabras soeces, sus horrendas imprecaciones, su odio contra el noble monje se habían convertido en una masa nauseabunda de excrementos a su alrededor que lo separaban de Li Ching. En el climax de su furia incontrolable, sintiendo que sus sucias provocaciones no surtían efecto, se abalanzó contra Li para agredirlo, y sin darse cuenta de la imundicia que él mismo había expulsado y que ahora lo circundaba, resbaló y cayó justo en medio de sus repugnantes deyecciones; lleno de asco e impregnado de pies a cabeza con su repulsiva y fétida boñiga, trató de reincorporarse para huir despavorido, pero volvía a caer una y otra vez en ella, terminando por quedar totalmente embadurnado de estiercol. Cuando al fin pudo hacerlo, salió corriendo espantado hacia el lago, zambulléndose en él; pero Chu había olvidado que no sabía nadar, y sin nadie que pudiese ayudarlo, pereció ahogado en el lago. A todas estas, Li Ching, saliendo de su estado de profunda meditación, exclamó con toda tranquilidad: - maestro Chu, ¿sigues ahí?-
Pasaron los días y nadie notó la ausencia de Chu Wei. Un poco tiempo después algunos monjes del templo encontraron flotando en el lago un saco maloliente de excrementos. Sólo el superior del monasterio adivinó el origen de los mismos y mandó llamar inmediatamente al joven Li y le planteó el siguiente Koan (enigma): -pequeño Li, si literalmente regresas a tu interior las inmundicias que has arrojado al exterior, ¿qué ha pasado contigo?-. Con su habitual tranquilidad, respondió Li a su maestro:
-Gran dragón de sabiduría, si literalmente regreso al interior las inmundicias que he arrojado al exterior, me he convertido en un saco de excrementos, me he convertido en Chu Wei…-. En ese instante los cielos se llenaron de una radiante claridad, y una deslumbrante luz fue a posarse en el rostro beatífico del joven monje; luego se sintió un fuerte batir de alas proveniente del lago, y una enorme grulla arrebato a Li Ching hasta el mismísimo cielo donde habitan los bienaventurados e inmaculados budas. Desde entonces el joven monje fue conocido como "el pequeño dragón de la fuerte serenidad celestial que nada perturba".
(1) SUTRAS: colección de sermones de Buda o sus discípulos. Tambien son el corpus escrito de los preceptos y enseñanzas sobre los caminos para lograr la iluminación y el nirvana.
Alan de Los Mares 
Bogotá Colombia